De mantras e impuestos
EXISTE una creencia generalizada en el mundo económico avanzado de que reducir los impuestos aumenta los ingresos fiscales. La ecuación es muy simple: las personas disponen de más dinero después de pagar impuestos más bajos, lo que estimula el consumo y a su vez el crecimiento de la economía, aumentan las ganancias de las empresas, que contratan a más empleados para seguir creciendo y el círculo se vuelve virtuoso.
Si bien este punto de vista ha ido ganando aceptación política, hay poca evidencia práctica que lo respalde y, sin embargo, en Castilla y León acaba de producirse un efecto llamativo con los datos que arroja la recaudación tras la desaparición hace ahora un año del impuesto de donaciones y sucesiones. Por un lado, la comunidad ha dejado de ingresar 153 millones de euros en concepto de cargas impositivas de las herencias, pero por otro ha recaudado más impuestos que en los últimos 14 años (817 millones de euros) gracias, entre otros factores, a que se ha disparado precisamente el número de donaciones.
Además, la mayor parte de los beneficiarios de la medida corresponden a donaciones inferiores a 50.000 euros, que no parecen cantidades de ricos muy ricos.
Mientras la oposición se mantiene en el mantra de que reducir los impuestos afecta de manera sensible a la prestación de unos servicios públicos de calidad, el Gobierno de Castilla y León saca pecho y se apropia –por incomparecencia del adversario– del fructífero discurso político de la rebaja impositiva, logrando que no se resienta la capacidad de recaudación. Con toda probabilidad, no hay razones de peso para posicionarse siempre en contra, ni tampoco debería existir exceso de optimismo si lo que pretendemos es un debate fiscal serio en el largo plazo. El propio consejero de Economía, Carlos Fernández Carriedo, ha indicado que prevé una estabilización del número de donaciones en los próximos ejercicios y entonces habrá que hacer cuentas de nuevo.
Tenemos que abordar una reducción de impuestos mejorando la eficiencia en la gestión y entendiendo que la recaudación representa un objetivo en sí mismo. Si baja, efectivamente tendremos un problema de servicios públicos y de déficit, pero la respuesta no puede ser siempre la de subírselos a la parte más productiva de la economía. Hoy en día los capitales y las personas van y vienen, pertenecemos a un mundo en permanente competencia y, si no somos capaces de ser atractivos fiscalmente, sufriremos deslocalizaciones de personas y de empresas. En Castilla y León, no andamos sobrados ni de lo uno ni de lo otro.