El cuarto poder
LA CONSIDERACIÓNde la prensa y los medios de comunicación en cualquier sociedad desarrollada como un cuarto poder tras el ejecutivo, el legislativo y el poder judicial parece que se queda corta en las actuales circunstancias. La reciente evolución de los poderes del Estado hace replantearse esa posición de poder de los medios de comunicación. El creciente desprestigio social de jueces y políticos sitúa a los medios de comunicación en el primer plano de la capacidad de influencia en nuestra sociedad produciendo un auténtico “sorpasso” en las relaciones de poder.
El poder ejecutivo está cada vez más desprestigiado por el nivel político de un Gobierno cada vez más atenazado e incapaz de ofrecer soluciones eficaces y reales a los problemas de los ciudadanos. La falta de medios del poder judicial condiciona de tal manera su funcionamiento que su credibilidad ha caído en picado en los últimos años. La descoordinación de muchos órganos judiciales y su lentitud a la hora de dictar resoluciones y sentencias provocan situaciones inexplicables que rozan la indefensión de los ciudadanos en la mayoría de los órdenes jurisdiccionales
Pero si hoy día existe un poder herido de muerte por el desprestigio es el poder legislativo. Los lamentables espectáculos que estamos acostumbrados a ver en los debates parlamentarios, los sueldos desproporcionados de muchos procuradores, diputados y senadores y las razonables dudas sobre su trabajo y utilidad, convierten a nuestros parlamentos en arcaicas y mastodónticas estructuras de un enorme coste económico e incapaces de aportar nada en beneficio de los ciudadanos. Ni siquiera son capaces ya de ejercer adecuadamente una de sus principales funciones como es la labor de control a la acción del Gobierno. Las distintas preguntas, mociones e iniciativas parlamentarias no tendrían la más mínima transcendencia social si no fuera por la labor de los medios de comunicación. Es la prensa y el miedo de los políticos a sus titulares la única herramienta que actualmente limita y controla al ejecutivo en el ejercicio de su poder. Los Gobiernos despreciarían la labor de los parlamentarios cuyas iniciativas, por otra parte, están motivadas fundamentalmente para engordar sus nóminas, si no fuera por la atención que puedan despertar en los medios de comunicación. El desprestigio de la política y la invasión de noticias falsas generadas desde las redes sociales han convertido a la prensa, por suerte o por desgracia, en la mayor garantía democrática para los ciudadanos por encima de cualquier otro poder del Estado.