Diario de Castilla y León

Ricardo Gª Ureta

Los trenes que iban a llegar ya

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A VUELTAS  con el estreno del tren de Alta Velocidad Valladolid-Burgos seguimos. Como si no hubiera pasado el tiempo y aún anduviera por ahí Álvarez Cascos dando fechas y trazados como si tal cosa, como si fuera a ser cosa de cuatro días. Hemos perdido la cuenta de los ministros que han pasado por los sucesivos Gobiernos con responsabilidad en este proyecto y los años que hace que estamos esperando a que se terminen las obras de la infraestructura, las comprobaciones de la línea y los horarios comerciales. Evidentemente en tantísimos años de espera, los ministros, secretarios de Estado, diputados y senadores de PP y PSOE han lanzado mil y una fechas de avance de esta infraestructura y ninguna de ellas, absolutamente ninguna, se ha cumplido nunca. Es la única cuestión segura con el proyecto del AVE a Burgos, que los plazos se van a incumplir y que a un retraso le seguirá otro y seguramente más largo. Lo más habitual es que esas demoras se tomen como si tal cosa por el Gobierno de turno, gajes del oficio, y que no pase nada. Como ocurrió con los fallos del túnel de las Calbezadas, el infinito problema que más demoró el proyecto, el retraso motivado por los permisos de la CHD, la reconstrucción de un viaducto y la reparación de un talud que se hundía. Todo en un trazado de 87 kilómetros llano y sin obstáculos. Epítome de la chapuza. Pero lo que no es nada habitual es que un ministro se enmiende y corrija a si mismo y se deje pillar en una mentirijilla como le ha pasado a la titular de Transportes que el 31 de enero vino a Miranda de Ebro a decir que el AVE se estrenaría en dos meses y esta semana, cuatro meses después, va y confirma a golpe de Twitter que no ni se ha empezado a formar a los maquinistas para de trenes que según ella ya tendrían que estar llegando a la estación burgalesa. Genio y figura. Un tuitero con retranca nos daba ayer la enhorabuena por haber encontrado a un político que miente en campaña electoral, pero lo que en realidad ha ocurrido es que se ha documentado por parte de la propia interesada el desparpajo con el que se falsea la verdad, la falta de respeto por los proyectos en marcha y por quienes han de beneficiarse de ello, que son los ciudadanos. No es extraño que un candidato invente la realidad en campaña electoral, lo gordo es que después actúe como si tal cosa, como si la mentira estuviera en el catálogo de los políticos. Mentir es engañar y el ciudadano no debería permitirlo. No castigarlo es consentirlo y avalar que otros nos mientan después. En democracias maduras y modernas, menos infantilistas que la nuestra, los gobernantes dimiten por menos y si no lo hacen, los ciudadanos les pasan la cuenta. Este caso no es el único, nos alimentan de mentiras y ha llegado el momento de no dejarlas pasar.

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