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¿CÓMO ES posible que con tantos asesores, asistentes, jefes de prensa… con los que cuentan los partidos políticos ninguno se haya dado cuenta de que la oposición política no consiste en decir sistemáticamente lo contrario de lo que dice el Gobierno? Da igual lo que sea, da igual que sea más o menos razonable, da igual que pueda beneficiar a los ciudadanos, da igual que pueda ser conveniente al interés general. La actitud siempre es la misma: De qué se trata que yo me opongo. Una actitud que debilita cualquier argumentación política que se percibe condicionada por una oposición mal entendida

¿Cómo es posible que no haya nadie que le diga a Feijoo que en temas tan importantes y sensibles como las materias reservadas o los secretos de Estado debe estar al lado del Gobierno y mucho más cuando esa torpe oposición puede favorecer a los partidos secesionistas en su tarea de debilitar al Estado?

Es como si les diera miedo a parecer débiles o a decepcionar a los cortesanos madrileños del PP que desde la época aznariana del “váyase Sr. González” entienden que el mejor líder es el que más caña da al Gobierno. Y todo lo que no sea dar caña es un síntoma de debilidad. Desde hace tiempo en Génova no se entiende que un líder pueda dar en alguna ocasión, por muy excepcional que sea, la razón al Gobierno Y no se dan cuenta que eso se percibe muy negativamente por los ciudadanos. Parece mentira que nadie se dé cuenta que, de vez en cuando, dar la razón al contrincante político es el mejor ejercicio de una objetividad, ecuanimidad y credibilidad que se echa mucho de menos en política y que supondría, además, un enorme atractivo para los votantes. Sería una pena que un político de la talla y la trayectoria de Feijoo se dejara arrastrar por los habituales voceras de Génova que viven de la gresca y del río revuelto.

Por muchas trampas y artimañas que utilice el Gobierno la gente no entiende que el PP vote en contra de un Decreto que supone la aplicación de importantes medidas económicas en beneficio de los ciudadanos y cuyo apoyo, además, evita el habitual chantaje independentista en materias tan delicadas como los entresijos del CNI. Parece que el PP sigue actuando condicionado por ciertos complejos frente a otras fuerzas políticas que, con independencia de sus argumentos, actúan con absoluta claridad y coherencia con sus principios e ideas. Y es evidente que la valentía, la claridad y la coherencia cotizan al alza en política.