Diario de Castilla y León

Ricardo Gª Ureta

Otro 20 de abril para recordar

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VEINTE DE abril del noventa, cantaban los Celtas Cortos hace un porrón de años, cuando yo aún lucía flequillo. Recuerdo que escuché por primera vez esa canción en un local de Palencia una noche de parranda estudiantil con unos conocidos de entonces. Allí ya era un himno, pero yo no la había escuchado en Burgos hasta entonces. Posiblemente porque frecuentaba ambientes con otro tipo de música. El caso es que con el tiempo, la composición del popular grupo vallisoletano se ha convertido en un clásico sin perder su frescura. Cuando suena en un bar todo el mundo la tararea y en una verbena con ella se mueven hasta los más sosos. Puede que los Celtas Cortos se hayan aburrido de cantarla, no lo sé. Pero estoy convencido de que la gente no. Es lo que tienen los clásicos, que uno no se cansa de ellos. En contraste con las modernidades que son fugaces y nunca se sabe si pasarán o dejarán poso en el recuerdo. Hablando de recuerdos, aproveché esta onomástica del veinte de abril del noventa y me puse a recordar, como dice la canción. No me entró la melancolía, pero sí la curiosidad de ver qué publicábamos antaño. En vez de caer tan atrás me quedé en 2012, que ya son diez años y ha llovido mucho desde entonces. De aquella, una de las noticias de nuestra portada daba cuenta de que la Junta de Castilla y León se había autoimpuesto por primera vez un límite de gasto debido a la drástica caída de ingresos derivada de la crisis económica que en aquel entonces rampaba por toda España. La consejera Pilar del Olmo fijaba en 9.108 millones de euros ese tope de gasto y pronosticaba -qué falta de puntería- que el siguiente año llegaría la salida de la crisis. No fue ni en ese  complicadísimo 2013 ni en 2014 sino que los brotes verdes no llegaron a Burgos y a Castilla y León hasta bien entrado 2015. Faltaban cinco años para que una epidemia sanitaria de alcance mundial volviera patas arriba la economía, por supuesto, pero, sobre todo, nuestra forma de vivir y de relacionarnos, con un coste de sufrimiento humano nunca visto en nuestros tiempos. Ahora, otro 20 de abril se abre una nueva ventana con la desaparición de la obligatoriedad del uso de las mascarillas, que han convivido con nosotros los dos úlimos años. Ojalá que dentro de otros diez años pueda volver a echar un vistazo a la portada del periódico de hoy sabiendo que se han superado ya los efectos económicos y sociales de la crisis sanitaria del coronavirus, porque, por el contrario, estoy seguro de que los emocionales quedarán para siempre en el apenado recuerdo de quienes hemos perdido a familiares y amigos en esta pandemia. 

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