Herejes a la hoguera
UNA VIEJA costumbre hispana: quemar herejes. Como quien echa patatas a la chimenea, asamos personas con gran desparpajo. Antes se hacía en nombre de Dios, ahora por la democracia. La fórmula es común: quien no piense igual que el poder establecido, átese los machos. Si defiende que la tierra es redonda y el tirano decreta que es cuadrada, se le pondrá cara de hereje y va de inmediato a la hoguera.
Lo sorprendente es que –al margen de las pruebas o delitos– no se juzgan hechos, sino dichos, intenciones, pensamientos, ocurrencias, y «ensoñaciones». Basta que un comentarista del Gobierno Frankenstein –compuesto por sociatas, comunistas, filoetarras, independentistas, golpistas, podemistas, okupas, y demás totalitarios del extremismo progre– sugiera que ha visto volar a alguien, o que anda por ahí con una escoba, ya no cabe duda: es bruja o brujo, y además de extrema derecha.
Así que sospecho que soy candidato a la pira. ¿Y eso? Por lo que apunta Hobbes en su Leviatán: «Los que aprueban una opinión personal, la llaman opinión; pero los que la desaprueban, la llaman herejía». Estos frankensteinianos son la inquisición sin Dios y doctrinarios del grill. Con el BOE, la Fiscal General, un montón de ministerios, y con el coro televisivo que recita a cada hora el catecismo sanchuno, tienen bastante. No necesitan Espíritu Santo, ni hechos, ni realidades ni verdades. Están sobrados de intereses, de demagogia, y de doctrina para herejes en primero de facultad.
Lo están demostrando en Castilla y León, donde han montado una franquicia de catecismos. Del padre Astete hemos pasado al padre Sánchez. Oh herejes, temblad. De pronto, la jauría frankensteiniana le ha colgado al Gobierno de Castilla y León el sambenito de Shylock en el Mercader de Venecia. Y todo porque, tras las elecciones, reclama lo que se le adeuda. Pero Shylock, ay, es además judío, y hasta aquí podíamos llegar. Hay que acabar con el Gobierno de coalición de Mañueco antes de que sea.
Más aún. Como en este Gobierno hay herejes verdes que combaten al sanchismo imperante, es necesario que previamente ardan. Aterrador, porque se trata de prejuicios, prejuicios y más prejuicios. Es decir, lanzar juicios antes de cualquier acto. Vivimos el cuento de Caperucita Roja con un matiz machacante: el que da las normas, y dice quiénes son los herejes, es el lobo. Impresionante voltereta que provocó la ira de Shakespeare: «Hereje no es el que arde en la hoguera. El verdadero hereje es el que enciende la hoguera».
Y con qué descaro lo hacen. El lobo aúlla desde la cima de Moncloa señalando la parrillada para hoy Lunes de Pascua. Pero ambas hogueras –la del medievo y la progresista del XXI– son igual de perversas: tienen contratado el mismo seguro de incendios. Se trata de los mismos hijos de Satanás que hoy señalan a «la peste verde», porque temen perder sus poltronas y privilegios. Antes, Dios; ahora, la democracia. O sea, un invento que cacarea, tiene plumas, pero que no es un pollo. Es lo femenino de pollo que eludo aquí para no caer en la herejía que se paga tan cara en mercados, en juzgados, y en la hoguera.
Total, que cuando escribo una columna me tiento la ropa, la leo 3 ó 4 veces para cerciorarme de que no uso palabras prohibidas por el catecismo sanchuno. La verdad, no me gustaría acabar como Juana de Arco que ardió en la pira por vestirse de hombre. Pero tampoco me callo, pues suscribo las palabras que lanzó la hoy Santa al careto de aquellos hijos de perra: «Mejor la integridad en las llamas, que sobrevivir en la imitación de la verdad. Si así lo deseáis, llevaré de nuevo la ropa de mujer, pero en lo restante no cambiaré».
¿Pero quiénes son estos machirulos para decretar quién es hereje, cuál nuestro catecismo, qué una verdadera democracia, y qué gaitas y panderos? ¿De dónde han sacado su ciencia para guarderías? ¿En qué aulas han confeccionado este relato de las mil y una pesadillas? ¿Pero a dónde vais con esas pintas de ignorantes del carmín, como unos hooligans de Mazinger Z, unos asaltantes de diligencias, unos mentirosos con roscón, unos torquemadas al trote, y como unos caraduras rebosantes de christian dior?
Es tal su desfachatez, que en esta Semana Santa han prohibido incluso que se hable con el Gobierno de Castilla y León porque algunos no tienen limpieza de sangre. Su idea de progreso se concreta en volver mil años atrás y en ignorar una realidad palpable: que antes los herejes eran poquitos, y ahora son la mitad del país. Yo, que por edad y achaques, me hago con frecuencia análisis de sangre, pediré que me hagan uno para ver si la tengo limpia o no. No sea que me lo pidan y tenga problemas con la muy sanchuna y santa combustión.
Así que advertidos quedan, amigos. Y cuidadito con lo que dicen, no sea que les oigan los vecinos o cualquier fiscal del reparto. Han creado una sociedad de delatores. Lo llaman ministerio de Cultura, de Educación, o de Igualdad. O sea, que somos aspirantes a la tea ardiente, pero quédense con lo que decía Graham Greene como remate: «La herejía es otra palabra para la libertad de pensamiento».