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Ricardo Gª Ureta

Las gentes de la Semana Santa

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SUENA LA CARRACA y afinan las trompetas, es tiempo de Pasión en Castilla y León. Las hermandades, cofradías y bandas se aprestan para procesionar en estos gélidos días en los que siempre se desarrolla la Semana Santa, por lo menos en Burgos donde no se recuerda buen tiempo por estas fechas. Será el regreso de los actos religiosos completos y normalidad -relativa- tanto en el interior de los templos como en las calles de nuestras ciudades y pueblos, especialmente en estas pequeñas localidades a las que la Semana Santa les pone en el mapa de la singularidad de las celebraciones populares y religiosas. Lugares tan desconocidos como La Molina de Ubierna, a pocos kilómetros de Burgos, donde representan una Pasión Viviente que es de verdad en vivo, con un crucificado que se gana el cielo año a año o la Quema del Judas en Villadiego y Trespaderne, ambos en la provincia burgalesa. O mucho más populares como es el caso de Aranda de Duero y su Bajada del Ángel del Domingo de Resurrección para retirarle el velo de luto a la Virgen porque su Hijo ha vuelto a la vida. Representaciones religiosas que arrastran a centenares de personas a unas localidades que no volverán a ver caras nuevas prácticamente hasta el verano. La Semana Santa es una celebración eminentemente religiosa pero que tiene la virtud de la caridad del reclamo turístico con aquellas poblaciones que desde la España más vaciada siguen manteniendo sus tradiciones y su fe de generaciones. Desde mañana, Viernes de Dolores, hasta el Lunes de Pascua Burgos y Castilla y León vuelveN a estar de moda entre los visitantes, como ocurrió en Carnaval, por sus peculiares tradiciones. Esas a las que la modernidad de hoy, la progresía laica, relega salvo para que sirvan de fondo de una escapada de fin de semana, de telón para unas pocas fotos compartidas en redes sociales. Para otras muchas personas significa mucho más, más aún que un convencimiento religioso. Hay que tener una motivación especial, difícil de comprender, para procesionar descalzo por las gélidas calles de Burgos, para soportar los tormentos de la Cruz azotado por un viento a bajo cero, para permanecer formando una escena de la Pasión Viviente tieso como un poste mientras cae el relente de la noche amenazando pulmonía y pasan los turistas echando fotos con el móvil de camino a la tasca a por un pincho de morcilla y un vino. La gente de Castilla y León es de otra pasta, recia y dura, valiente y que no se arredra cuando hay que hacer lo que hay que hacer. Y ese patrimonio es sólo suyo y de sus hijos y nietos, que nadie se lo apropie.