Precio
DE LA ENERGÍA eléctrica del gas, de la gasolina… Nos interesa el precio, lo tememos y lo miramos una y otra vez. A día de hoy llenar el depósito de combustible del coche supone un acto de riesgo y, sobre todo, de renuncia. Nunca giraron tan rápido los numeritos del importe mientras los de los litros persisten en su ritmo provocadoramente monótono. Una economía normal sabe que por cada visita a la gasolinera hay que dejar de lado algún placer, algún vicio… e incluso algún gasto no superfluo. No cabe otra solución.
Bueno, siempre está el hacer menos kilómetros. Evitar viajes innecesarios, sacar los pies a pasear en distancias cortas, desempolvar la bici del trastero o coger un autobús urbano. Las circunstancias, y el bolsillo, obligan. Aunque, hoy por hoy, la rapidez y autonomía que ofrece un vehículo hacen que sea dolorosa la renuncia a ponerse al volante.
La realidad es que todo tiene un precio seguramente mayor del que creemos, por fijarnos más en las apariencias y dejarnos llevar por automatismos o costumbres tan arraigadas que ni siquiera nos damos cuenta de que somos presos de ellas. Algunos de mis clientes, cuando acuden al despacho, dan vueltas y vueltas por las calles del entorno, para evitar acudir a un aparcamiento público subterráneo, y así evitar pagar lo que consideran un precio excesivo. Algunos tardan en encontrar la ansiada plaza en superficie, no menos de 20 minutos, sujeta al pago de la ORA. Siempre he pensado que el exceso de gasto de combustible en ese paciente callejeo, más el importe del ticket que sale de la maquinita, supera lo que se cobra en el parking subterráneo.
Siempre me he hecho la pregunta, y a alguno de los clientes con quienes me une más confianza: ¿y el precio del tiempo, de esos veinte minutos, o media hora, simplemente dedicados a la cacería voraz para localizar un hueco para aparcar?
Necesitamos el dinero para vivir, así que mirar los precios no es sino una modalidad contemporánea del instinto de supervivencia. Pero, eludir el vector tiempo en el cálculo del valor de las cosas es el mayor y más insensato despilfarro vital.