La investigación más chapucera de la historia
El caso de Esther López, la infortunada joven desaparecida durante 24 días y luego hallada muerta en Traspinedo, va camino de pasar a la historia como una de las investigaciones más chapuceras de la Guardia Civil. Y lo que resulta insólito, a estas alturas y con lo que sabemos, que por lo visto es lo mismo que los que llevaron tan chapucera investigación desde el principio, es que una persona, el conocido como El Manitas, al que los agentes pusieron el foco y arrasaron de efectivos su hogar en busca de pruebas que nunca encontraron, siga bajo medidas cautelares. Es insólito que ahora que los investigadores, empeñados en que la realidad se adapte a sus conjeturas, que sobre el principal sospechoso de la desaparición de la chica sigan recayendo medidas judiciales. Y eso pese a que, tras la aparición del cadáver en una cuneta a 600 metros de donde desapareció, ahora las pesquisas se han centrado en buscar un todoterreno azul, ante la remota hipótesis de que la joven fuera atropellada a la vista de las heridas internas que supuestamente dice la interminable autopsia preliminar. Entonces, ¿cuál es la teoría ahora? ¿Que alguien la atropelló, no la auxilió, se llevó el cadáver, lo conservó y lo depositó en la cuneta 24 días después? Ni la bala loca que mató a Kennedy. Y todo por tapar la negligencia de no haber ni siquiera batido la zona donde apareció el cadáver pese al despliegue televisivo de un centenar de agentes, submarinistas, helicópteros y perritos estrellas incluidos. ¡Ya está bien! La familia de Esther exige. El pueblo de Traspinedo lo merece. Y la memoria de la joven lo precisa. Pero también lo requiere la presunción de inocencia que se les niega a quienes fueron víctimas de las conjeturas, no de los indicios o de las pruebas indiciarias, que es lo único que puede hacer zozobrar el inquebrantable principio de la presunción de inocencia. Vergonzante.