La mentira es perversa
SIEMPRE he creído que la gran literatura ayuda a que los lectores reflexionemos sobre aspectos vitales de plena actualidad y, por esa razón, cuando leemos libros escritos por autores que meditaron muy concienzudamente, llegamos a conclusiones no siempre coincidentes, pero que son necesarias para entender lo que otros han elucubrado y digerido ante asuntos complejos. Hoy, la actualidad va de política, de esa que se embute en la memoria de un país auspiciado por acontecimientos que glosan y que también abaten los contextos que confrontó el Partido Popular en los últimos días, es decir, el partido político que lidera la oposición frente a un gobierno confuso y variopinto que se engalana en la izquierda acalambrada, por cohabitar con la ultraizquierda, los separatismos vascos y catalanes e incluso el terrorismo dulcificado y manoseado por el ministro del interior y sus secuaces. Y si el planeta Tierra no fuese un único convento que orbita en el firmamento despoblado -peor que nuestra España vaciada- se mancillaría el abismo con más vida inteligente que la que ahora conocemos: Putin lo mancilla. Por esa razón, me veo abocado a enumerar las plagas que anuncia el Santo Libro al que se refiere el novelista Jesús Fernández Santos en su obra Extramuros; cuando presenta su escenario en otro invierno que parece un verano lleno de inconvenientes, parecido al de ahora: con déficit energético, escasez de agua en los manantiales y raquitismo en las espigas que se secan, bajo al sol inoportuno de febrero.
Y, aunque somos, a veces, o en muchas ocasiones, un témpano de riesgo para el futuro de España, como lo fue Antonio Alfaro, ese otro personaje novelesco que vive en las páginas de la novela que Max Aub tituló Las buenas intenciones. La novela que auspicia la pasividad culposa y emborrona infortunios escasamente meditados ¿Ha ocurrido lo mismo o algo parecido en el primer partido de la oposición? Porque aquí -como en las novelas- los deseos y las especulaciones baladíes no sirven para nada y si no me lo creen, que se lo pregunten a ese coronel que no tiene quien le escriba. Casado y Egea no recibieron la carta deseada, pero Casado entregó la suya como una plegaria o despedida conciliadora y apacible que alienta el paso frágil de la democracia. No hago leña del árbol caído…Quizá se equivocaron denunciando, exagerando, ya que cuando se dice algo o se emite una misiva, ha de prevalecer, por encima de todo, la verdad absoluta. No sirven los augurios viscerales. La mentira es perversa y sigilosa. Hablar mal de los demás es sumamente fácil, lo hacen solamente los seres mediocres, faltos de argumentos ¡Cuídense de ellos! Ya lo dijo hace dos siglos Antonie de Rivarol, el conde de Rivarol, cuando aseguró, quizá también exagerando, que de cada diez personas que hablan de cada uno de nosotros, nueve hablan mal, y la única que habla bien, frecuentemente lo dice mal.