Diario de Castilla y León

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LA ACTUALIDAD no perdona y a veces parece cruel, no por su contenido, que también, sino por cómo exprime temas y luego los abandona en cuanto huele algo con más jugo. Castilla y León, con sus elecciones, ha estado en las portadas en toda España como primer acontecimiento político, pero sin tiempo siquiera para digerir el recuento de votos y con la incertidumbre sobre el gobierno, dos guerras relegan a la comunidad en las  páginas de la prensa nacional. La primera, guerra política e interna, la del PPnacional; y, la segunda, real, sangrienta, cruel, profundamente injusta que amenaza la paz mundial y nos devuelve al siglo pasado y a su telón de acero, la de Ucrania. Evidentemente, las dos noticias que han desplazado a los castellanos y leoneses de las cabeceras de los informativos son de una importancia enorme. Pero no por ello, lo que sucede aquí deja de ser relevante, también más allá de los límites geográficos de la autonomía, pues Alfonso Fernández Mañueco, mandatado por las urnas para formar gobierno, se enfrenta al dilema de convertir a Castilla y León en sede del primer gobierno en el que entra Vox. Todavía hay que esperar para ver el resultado, pero lo que no esperan son los problemas, aunque algunos parecen enquistados desde siempre. Estos días se habla en Soria de nuevo del cannabis, el hachís, para uso medicinal. Hay unas 9.000 plantas de marihuana en un invernadero de Garray, en Soria, esperando para ser recolectadas. Ocupan el lugar en el que antes hubo unas rosas que fueron símbolo de esperanza para Soria. Aquello, lo de las rosas, quebró y aparecieron los buscadores de gangas, como el estadounidense que ahora tiene la propiedad de las instalaciones pero no pone el dinero que se necesita para poder recoger las 9.000 plantas de maría, una cosecha imprescindible para lograr la licencia de cultivo de cannabis medicinal. Es en marzo cuando debe cosecharse, porque si no entrará la Guardia Civil para quitar las plantas e incinerarlas. En la Fundación Anclaje se han presentado unos inversores que dicen que se quedarían con el invernadero, pero el americano no vende y se intuye el concurso. Los inversores quieren el negocio con la cosecha actual o nada, así que meten prisa y abonan con promesas de una planta de energía y un centro de investigación. De momento, han invertido en comprar deuda de la empresa por si hay concurso, otro como el que posibilitó al estadounidense iniciar el proyecto del cannabis, tras comprar a precio de ganga un gran invernadero, con tecnología puntera, para el cultivo de rosas.

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