Diario de Castilla y León

Ricardo Gª Ureta

La energía y los prejuicios

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CELADA DE LA TORRE, un pequeño pueblo burgalés de 35 habitantes está dispuesto a acudir a los tribunales para frenar la instalación de un parque eólico con seis aerogeneradores de 90 metros de altura y 145 de diámetro de rotor a las afueras de la población, en un paraje poblado y frecuentado por milanos, buitres o lechuzas.  La Junta Vecinal, ya que este pueblo es pedanía de Valle de las Navas, que se desentiende del caso, según los vecinos, ya ha apelado al Procurador del Común e incluso a la Comisión Europea para paralizar el proyecto de la compañía Elawan Energy. Esta cruzada está encabezada por Juan Mata, a quien le van a colocar los molinos a escasos metros de su granja, donde hay un muladar donde echa las ovejas muertas de su explotación para que las aprovechen los buitres. Mata y el resto de sus vecinos temen que este parque se cargue el ecosistema. Rápidamente, formaciones de todo tipo han saltado a vender su mensaje contra la proliferación de los parques eólicos, en una provincia que es líder en España en potencia instalada y cuenta con los molinos más altos, con las palas más largas y los generadores más potentes. Mata y sus vecinos no llegan a tanto. A ellos con que les arreglen su problema les basta, pero para ciertas esferas es muy goloso ponerse en contra de la generación de energía. Existe también una campaña contra la instalación de parques de energía solar fotovoltaica. Además, en Burgos ya se cerró la central nuclear de Garoña por las presiones del lobby ecologista sobre el Gobierno socialista y se cerró el grifo del petróleo de La Lora por los mismos prejuicios. Pero el epítome de las presiones ecologistas y progres se vivió en la época en la que aún se planteaba la opción de explotar las enormes bolsas de gas pizarra que existen en el noreste de Burgos. Se realizaron prospecciones, se impartieron charlas, hubo pedagogía y promesas. Pero todo fue en vano ante la simple mención de la palabra fracking. Este vocablo inglés indica el método de extracción del gas pizarra, gas de esquisto o shale gas, que son sus diferetentes nombres. Era decir fracking y a cualquier alcalde le temblaban las canillas por si se le relacionaba con tan criminal atentado contra la naturaleza. Los recelos mezclados con las presiones interesadas y la debilidad ante la corrección política frenaron las explotaciones. Incluso al otro lado de la muga, entre Álava y Vizcaya donde también existen bolsas de este gas, se paró toda prospección. El gas pizarra se extrae por toneladas en Polonia, donde hoy se congratulan de haber reducido por este medio la dependencia del gas natural ruso. Por supuesto que no vale la proliferación indiscriminada de instalaciones de generación energética, pero si queremos independencia eléctrica no cabe plegarse al reduccionismo de sectores ecologistas interesados y arcaicos.

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