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JAVIER RAMÍREZ UTRILLA

Atornillar población

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FIJAR población es el denominador común de todas las Mesas, Comisiones, Foros…sobre despoblación, especialmente en lo que se refiere a población juvenil en el medio rural. Craso error. Nos pongamos como nos pongamos los jóvenes se van a seguir sintiendo atraídos por las grandes ciudades. Siempre ha sido así. Es inevitable, normal y positivo para ellos. Qué manía con fijar población. Ni que fuéramos tornillos o estanterías. Que cada uno viva donde le dé la gana. Sólo faltaba que se le diga a la gente dónde tiene que vivir. Ya nos dicen lo que tenemos que comer, lo que tenemos que comprar, lo que tenemos que beber… y ahora también dónde tenemos que vivir.

Debemos asumir como normal que los jóvenes quieran salir del pueblo atraídos por los reclamos de las grandes ciudades. Siempre ha pasado y seguirá pasando por mucho que llenemos nuestros pueblos de bancos y consultorios. Entre otras cosas porque los jóvenes lo que menos tienen es dinero y enfermedades. Es inevitable que en un mundo cada vez más interconectado, con las actuales facilidades para viajar y para volar, los jóvenes de cualquier núcleo rural, en Castilla y León y en Sebastopol, se sientan atraídos por vivir, no ya en Madrid, Valencia o Barcelona, sino en Roma, en Amsterdam o en Londres (Brexit mediante). Y también es positivo para ellos irse a vivir fuera, conocer otra cultura, otro tipo de gente, otras costumbres. Probablemente la mejor experiencia vital para una persona joven es salir de su casa e irse a vivir fuera, abrir la mente y crecer como persona. No podemos empeñarnos en que se queden en el pueblo.

Quizá deberíamos empeñarnos más en que pasado el tiempo vuelvan. Quizá nuestros esfuerzos deberían concentrarse no tanto en fijar población, sino en crear las condiciones adecuadas en el medio rural para que cuando esos jóvenes ya no lo sean tanto valoren la opción de volver. Que cuando tengan dos o tres hijos, una hipoteca, un perro que casi no cabe en casa y una hora y media diaria de traslado al trabajo se planteen la posibilidad de regresar a su pueblo. Que cuando los inconvenientes de las grandes ciudades reduzcan su vida a trabajar, dormir, conducir e ir a Carrefour se den cuenta de que en las ciudades y pueblos de Castilla y León se puede vivir mucho mejor, tener mucho más tiempo, mucha más capacidad adquisitiva y mucha más calidad de vida.

Cuidemos nuestros pueblos, su singularidad, su arquitectura, su patrimonio, su desarrollo urbanístico y no nos empeñemos en fijar o atornillar a la población joven. Irse se van a ir si o si. Asegurémonos de que vuelvan.