Electores bizcos
Caos total. Tras 5 días de las elecciones en Castilla y León, muchos electores concluyen que para este viaje sobraban alforjas. Caos en la izquierda, que perdió con creces, y que hoy parece árbitro y fuerza ganadora. Caos en la derecha, que ganó por mayoría absoluta y que hoy –veremos mañana– está dispuesta a perderlo todo porque le pasa como al listo de mi pueblo que quería casarse, pero no encontraba novia ni dónde echar un lagarejo. El resto de candidaturas –Ciudadanos y cantonalistas–, juegan a los dados para distraer a los soldados.
Así que los electores se quedan bizcos como los ratones de la picaresca que, según el pícaro de Campaspero, pensaban como la gente loca que sólo comen del rabo y no de la boca. Por esto, se preguntan estos electores tan suspicaces, y con tan poca puntería, que eligieron a semejantes glorias, ¿cómo es posible que, habiendo perdido tantos las elecciones –menos los dos que ya sabemos–, no haya dimitido ni uno solo? La cosa tiene perendengues, pero la respuesta a tanta desvergüenza uniformada ya nos la dio Santillana hace varios siglos y tiene bigotes: «Porque mandan al gato y el gato manda a su rabo». O sea, que estamos en medio de una gatería y de una ratonería jugosísimas –de lo contrario alguien se hubiera ido ya a su casa– en las que se juntan el hambre insaciable de los jefes partidarios de Madrid con mando en plaza, y con las ganas de comer de sus jefecillos periféricos en Castilla y León que tampoco se quedan atrás. Un pan con unas hostias que –digan y hagan lo que quieran– todos aquí entendemos a la perfección.
Hablamos de un juego sucio que descubrió incluso un predicador de crecepelo como Fray Gerundio de Campazas, alias zote con estas palabras proféticas: «Hablan al parecer en castellano» pero con la intención de que «ningún castellano lo entienda». Id al carajo.