Mañueco o la leyenda del tenista tranquilo
Es más que probable que Alfonso Fernández Mañueco no sea el mejor candidato ni el más carismático, pero en la tierra batida de la negociación es imbatible al fondo de la pista, donde se erige la política orgánica. Devolviendo bolas con sosiego hasta agotar al contrincante. Mañueco es experto en salvar match ball y acabar haciéndose con el partido en el tie break. Lo hizo cuando su antecesor Herrera lanzó cruzados a diestra y siniestra para intentar desembarazarse de él y colocar a otro u otra en la carrera de la sucesión. Y ganó Mañueco. Y eso que el partido duró años y el que peloteaba era el incontestable Herrera. Lo hizo cuando cosechó la primera derrota electoral del PP en 32 años en Castilla y León, y todo el mundo dio por sentado un cambio de ciclo con un impredecible Ciudadanos entregando la Junta al PSOE. Y ganó Mañueco. Siempre al fondo de la pista. Lo hizo cuando se encontró un incómodo gobierno de Ciudadanos, con un Igea que quería mandar más que él y acabó en la cuneta como un ciclista arrogante e inexperto al que los horizontes de grandeza no dejan ver el asfalto. Lo hizo cuando se le sobrevino una moción de censura con un Ciudadanos roto y en descomposición. Y tuvo que sacar la raqueta y bregar en campo ajeno para hacer fracasar una moción de censura que tenía el éxito garantizado en tres tránsfugas, que al final se quedaron en una. Y estos son sólo los Grand Slam disputados. Se podría citar algunos Máster 1000 contra Génova ganados con la indolencia del tenista de fondo de cancha. Ahora vive el enésimo duelo con el que seguir engordando las ediciones revisadas de su manual de resistencia. A los suyos les ha vuelto a decir «tranquilidad», que es su palabra favorita cuando el partido se pone cuesta arriba, te han roto el servicio y parece que el set lo tienes perdido. La red todavía verá muchas bolas pasar.