El optimismo y el aliento de los magníficos datos del empleo
Las estadísticas laborales siguen arrojando cifras para el optimismo. Cifras que alejan el fantasma de una crisis larvada y dura tras la pandemia que todavía sufrimos. Cifras que dejan claro que se está produciendo, por lo menos de momento y pese a los severos contratiempos de las materias primas y los suministros, una recuperación con fuerza en el plan laboral. Una recuperación cuyo vigor también se nota en Castilla y León, mérito, sin duda en parte por las políticas aplicadas desde las diversas administraciones con competencias en la materia, pero fundamentalmente al empuje, la valentía y la ambición del sector empresarial, un colectivo enormemente pujante y vigoroso en Castilla y León, como ha demostrado en las épocas más difíciles. Y la que nos ha tocado ahora es la más difícil que vive el mundo desde la Segunda Guerra Mundial.
Las estadísticas marcan una tendencia, no descifran toda la realidad, especialmente la de los proyectos de vida particulares truncados por el drama del desempleo, que no se pueden contar con macrocifras. Y las estadísticas nos muestran un panorama que ni el más optimista de los optimistas se imaginaron cuando hace menos de dos años el virus no obligó a encerrarnos y parar prácticamente todo el sistema productivo, además de adaptar buena parte del mercado laboral. No ya los economistas, que no suelen dar una, y como mucho aciertan cuando pronostican el pasado. Casos clamorosos hay a patadas. Sólo habría que revisar la hemeroteca para descubrir el fallido apocalipsis vaticinado. Quiere decir que los gobernantes aprendieron de la crisis de 2008, lo cual no es poco. Y quiere decir que con un marco estable y un horizonte político previsible, los empresarios, pequeños, grandes y medianos son capaces de inyectar adrenalina a la economía y al mercado laboral. Fundamentalmente un empresario, que es un generador de empleo y riqueza para la sociedad en la que se asienta, tiene derecho a saber a qué atenerse en materia normativa. Tiene derecho a eso y a que fluyan con agilidad las decisiones y las ayudas públicas habilitadas para la recuperación económica durante y tras la pandemia.
Las cifras son magníficas. Inimaginables hace poco más de dos años cuando nos sorprendió el virus. Ponerles peros y pegas es de puros mediocres acostumbrados a coger el rábano por las hojas. Es de victimistas, lastimeros, cuando no ruines. Las cifras deben alegrarnos a todos, sea el color político que rija a cada uno. Pero también deben alentarnos para que esta progresión no se detenga ahora que las autoridades sanitarias, que también han fallado más que una escopeta de feria en sus pronóticos, empiezan a ver el final del túnel de la pandemia. El mejor dique contra las olas del virus es la vacuna. Y la mejor vacuna contra la crisis económica y la recesión laboral es la protección y el respaldo a la clase empresarial que crea empleo y que encuentra en Castilla y León un lugar de certidumbres en el que invertir.