Diario de Castilla y León

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LO que está ocurriendo en el partido conservador británico con su líder y primer ministro, Boris Johnson, parece poco probable, si no imposible, en nuestro país. Los Tories andan detrás de cargarse a su jefe ante sus reiteradas meteduras de pata en forma de fiestas ilegales y demás mentiras, que le sitúan muy mal en las encuestas. Todo apunta a que caerá, más pronto que tarde. En España, con esa partitocracia reinante en la que la sumisión al líder supremo está por encima de todo, algo así es inimaginable. Los partidos se construyen alrededor del que manda, que pone y quita a su antojo con el criterio del servilismo como bandera.

Chesterton decía que si alguien no es capaz de desarrollar toda su inteligencia siempre tiene la posibilidad de hacerse político. Muchas veces, demasiadas, el escritor británico parece tener razón. La mediocridad imperante, con personas que no han demostrado nada y que no acumulan mérito alguno pero que se han visto aupadas a unos puestos bien remunerados con poder y dinero, nos ha llevado a lo que hoy tenemos, una clase política cada vez más alejada de los ciudadanos y con una muy mala reputación.

A ello contribuye, sin duda, esa sensación que tenemos de que no importa lo que hagan, que da igual si se equivocan o directamente nos mienten, pues todo va a continuar de la misma manera. Ellos lo saben, y eso no deja en buen lugar a los ciudadanos, la verdad. No es que no se les pase por la cabeza dejar sus puestos, es que nos engañan sin rubor. Hacen de la mentira su herramienta de trabajo.

Ahí tienen a Mañueco, que dice que va a blindar la sanidad rural mientras sus hechos van en la dirección contraria. O la promesa hecha en Soria esta semana sobre la radioterapia, una vez más. Ni se inmuta. Y los que le escuchan tampoco, con esa actitud borreguil tan dañina. Las encuestas le acompañan, así que no tiene sentido decir la verdad. Sin olvidar al ministro Garzón hablando mal del país al que representa, pero defendido por sus correligionarios aludiendo incluso a bulos periodísticos, al mejor estilo populista, como Trump.

Los extremos están muy cerca. Aunque si hablamos de mentiras, el rey es el presidente Sánchez, que defiende sin pudor una cosa y la contraria. No me fío ni cuando da los buenos días. La dicotomía entre el yo que gobierna y el yo que pontifica desde la oposición. Como les pasa a todos. Falsedad tras falsedad, sin ningún tipo de vergüenza. Todo les sale gratis. Y jaleados, siempre, por los que tienen alrededor. A veces, cuando veo cómo aplauden a sus amados líderes en reuniones y mítines varios, me pregunto si no les queda una pizca de autoestima, hasta de dignidad. Y en época de elecciones todo empeora, si cabe. Me desquician, lo reconozco.

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