El arte de gobernar
A PESAR DE LA MOSCA COJONERA. De este modo comienzo después de haber releído, hace unos días, alguna de las obras memorables de don Francisco Umbral y detenerme, por pura casualidad, en su Leyenda del César Visionario, en la que dice que Roma fue grande no por sus aliados, sino por sus enemigos. Medité ante tal afirmación y resolví que don Francisco tenía razón o que pudo tenerla, ya que los enemigos de entonces, igual que los de ahora, suelen ser los que azuzan e instigan desde dentro…Y como todo pueblo grande que se precie necesita enemigos, aquí ya los tenemos. Los enemigos cardinales de la España del siglo XXI son los diputados nacionalistas-separatistas, vascos y catalanes. Parece una entelequia, pero nunca lo ha sido. Precisamente es España y los gilipollas de los españoles quienes pagamos sus sueldos.
Dilemas de la vida que nos obliga a ser lo que no somos y a sentir lo que a veces no sentimos; por eso, como a Mario, uno de los protagonistas de Antonio Skármenta en El cartero de Neruda también se me están atragantado las metáforas en la garganta y no sé qué decir. Pero señalaré que el que decide bien y gobierna mejor suele estar rodeado de moscas cojoneras. Acuérdense de lo que le sobrevino a Adolfo Suárez cuando era presidente o lo que le sucedió recientemente a Mañueco. El enemigo Igea, en este caso, vertebró traiciones parecidas a las de Viriato, el líder lusitano que se desafió sagazmente a las legiones de Roma, hasta que el Senado envió al procónsul Quinto Servilio Cipión que no pudo vencer en la batalla y consiguió la victoria con fiduciarias promesas perpetradas a ‘los amigos’ ingratos: «Roma no paga traidores» ¿Lo recuerdan?
Debió ser así, más o menos, la traición del ex-vicepresidente Igea, que colmató el vaso de Mañueco con tretas y artimañas...
Vuelvo a la realidad de nuestro siglo para expresar con Echenique, no con el Echenique que están rumiando ahora, con el hosco tipejo que ni tan siquiera daba de alta en la Seguridad Social a ser humano que le atendía, no me refiero a ese ¡Dios me libre! Me refiero a Alfredo Bryce Echenique en la novela que tituló La vida exagerada de Martín Romaña. Con él viajo a Roma y como a él se me vienen a la cabeza los espaguetis a la carbonara, sin olvidar el grueso de este asunto que ahora se concilia con el Felipe II nacido en el Palacio de Pimentel de Valladolid y que debió ser quien dijo -ante la derrota de la Armada Invencible- que no había enviado a sus naves para luchar contra los elementos. ¡Joder con los elementos!
Por esa razón y por otras muchas que me reservo, pienso en los ‘elementos’ que computan la historia y en todas las traiciones que mimetizan la reciente de Igea, ya que acomodan cosas que no entiendo. Nunca me gustaron los gobernantes que miran a su ombligo ni dejan gobernar a los que ansían hacer un mundo cuerdo y generoso.