Saca la bota, María
DENTRO de unas horas nacerá un niño en un establo a la intemperie. Su madre lo va a parir entre un buey y una mula. Los pastores de los alrededores se acercarán a llevarle leche y miel en su zurrón. Lo cubrirán con un paño de lino, en pleno invierno y sobre las pajas de un pesebre. No muy lejos, donde padres y chiguito aguardan su destino, merodea la caravana de tres Reyes Magos, sabios y ricos. Vienen del lejano Oriente, siguiendo un cometa con cola de fuego a lomos de sus camellos. Allí, donde esa estrella se detenga, habrá nacido un rey. Vienen en su busca. Cuentan que, sin dudar, desmontaron de sus cabalgaduras para arrodillarse y poner a los pies del recién nacido incienso, oro y mirra.
Los escritos nos narrarán su vida, su niñez y hasta la carpintería de su padre. Nos recordarán que fue un predicador que movía muchedumbres y decía a la gente que se amasen los unos a los otros. Les decía que era el hijo de Dios y les perdonaba sus pecados y hacía milagros asombrosos. Las crónicas nos cuentan que terminó muy mal... pues los mismos que le aplaudían y vitoreaban en sus sermones, unidos a los judíos (que encima eran de los suyos) y a los romanos (que eran los que mandaban), acabaron apresándole y le condenaron a morir clavado en una cruz. Pero resucitó. Algo que no había ocurrido nunca. Se llamará Jesús de Nazaret y también Cristo y Jesucristo. Y la cruz será el símbolo de la religión cristiana.
Algunos crecimos con esta historia tan impresionante. Y una sola noche del año nos lo recuerda la Nochebuena, que en unas horas celebrará el que pueda. Recuerdos infantiles de aquel tiempo en el que todos cantaban villancicos delante de las figuritas del belén, las mismas del relato inicial. Es como un guión de una peli y supera con mucho al de El Señor de los Anillos, Harry Potter y otras historias ficticias con las que alucinan las nuevas generaciones.
Es flipante lo del niño del pesebre. Algunos se empeñan en borrar este cuento irrepetible que vuelve en Navidad, fiesta que, por cierto, todos celebran. El puñetero virus no nos va impedir armar el belén, cantar los últimos villancicos, tocar la pandereta y entonar de nuevo esa magistral partitura (cuyo autor debe estar en busca y captura) que dice «Esta noche es Nochebuena y mañana Navidad, saca la bota, María que me voy a emborrachar con la Mari…morena». Así será. Feliz Navidad.