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EDITORIAL

Las urnas, nunca un elemento de reproche democrático

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CUALQUIERA QUE ese atreva a criticar una convocatoria electoral va a tener muy difícil, al mismo tiempo, defender sus convicciones democráticas. Las urnas son la mayor expresión de la democracia. Y las urnas salen perentoriamente cada cuatro años para escuchar a los ciudadanos, pero también salen cuando la inestabilidad resquebraja la acción de un gobierno que lo que tiene que preocuparse es de obrar con determinación para mejorar la vida de la gente. Y esto último adquiere especial relevancia, tras una pandemia inacabada y con el reto de, tras la tragedia humana, remontar la crisis económica y laboral que lleva aparejada.  

Sólo quien teme perder sus privilegios, su sueldo, su cargo, su coche oficial, su vida cómoda de político apoltronado puede atreverse a criticar que salgan las urnas a la calle y hablen los ciudadanos. En pandemia han salido cuatro veces. Dos porque tocaba, en País Vasco y Galicia, y dos por inestabilidad, en Cataluña y en Madrid. Y en las dos se han expresado los ciudadanos. A no ser que quienes critiquen un adelanto electoral lo que teman es que la realidad de lo que piensa la gente es muy distinta a la realidad de lo que nos cuentan ellos que piensa la gente. Pero ese es un ejercicio muy poco democrático. Es más, siguiendo su propia lógica, quienes más critiquen el error del adelanto electoral decretado ayer por Alfonso Fernández Mañueco son los que más esperanzados deben estar con lo que salga de las urnas el 13 de febrero.

Las urnas eran necesarias. Ya lo dijo este periódico en septiembre. Eran muy necesarias, especialmente tras la pérdida de la mayoría parlamentaria del gobierno de coalición que propició, por ejemplo, esta semana, el sainete de que un partido, Por Ávila, con un único parlamentario, tuviera en jaque las cuentas de la comunidad bajo el pretexto de unas enmiendas entre las que estaba montar una escuela de circo en la capital abulense.

La inestabildad llevaba meses instalada en el ejecutivo autonómico. No hay que olvidar que en los últimos coletazos de la primera y terrible ola, el ala naranja de Ciudadanos orquestó una operación para propiciar la caída de su propio consejero de Empleo e Industria, Germán Barrios, por el mero hecho de que no se sometía al cesarismo imperante en el ala de Ciudadanos del gobierno.

La confrontación a cuenta de la sanidad y la pandemia era inaceptable en un gobierno de coalición. El PP y Cs estaban en las antípodas, como quedó evidente en más de una ocasión.

Es probable que el momento de convocar esas urnas no sea el más oportuno, con la sexta ola en pleno fulgor, ni las formas, no sometiéndose a las preguntas de los informadores tras uno de los anuncios más importantes que puede hacer un gobernante. Pero las urnas, la mayor expresión de la democracia, son irreprochables.