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EL CATÁLOGO razonado o ‘irrazonado’ que la semana pasada se presentó en el Museo Reina Sofía de Madrid deja mucho que desear. Es bosquejo parcial y cuestionado que se representa en los intereses de determinados galeristas. Pero me sorprende, sobre todo, que una institución cultural de tal envergadura se preste a provocar un caos íntimo y germinal sobre la obra de la pintora Maruja Mallo. El arte, y en este caso la artista no hubieran merecido que los intereses de unos pocos prevaleciesen por encima del principio que nos induce a interpretar las cosas de manera sutil y no cifrada. ‘Money money…’ ustedes ya me entienden. Digo esto porque muchos de los grandes galeristas y coleccionistas argentinos no saben lo que ocurre. Maruja Mallo, ‘la sinsombrero’, esa mujer sutil, íntima amiga -nunca novia- de Rafael Alberti y de la que Dalí dijo que era mitad ángel, mitad marisco, hoy ha vuelto a perderse entre los arruinados bastidores de las obras de arte que unos pocos individuos aseguran que no creó. Maruja Mallo vivió en Buenos Aires durante largos años de exilio. Vivió de su pintura, ¡Ah! y de diseñar flores y ornamentos para una casa de tejidos y estampados. Malvivió en Argentina y cuando regresó fue utilizada y manipulada por alguno de los artífices de la ‘Movida Madrileña’ ¡Pobre Maruja Mallo! Siempre se ha roto su juguete para que los intereses de unos interesados-desaprensivos pudieran prevalecer… quizá desean convertirla en lo que ya era: una enorme artista. La Primera Escuela de Vallecas y la Residencia de Estudiantes fecundaron el devenir artístico de la joven impaciente que contravenía las normas de la sociedad de su tiempo. Es el desafortunado catálogo ‘incompletamente razonado’ como indicó el catedrático Antón Castro en los pasados días. Pero los intereses y con ellos el galerista Guillermo de Osma, rodeado de por el director del Museo Reina Sofía, por Ángeles González Sinde, la exministra que medró en el lobby de la propiedad intelectual y ahora es presidenta del patronato del museo, y Lalo Azcona -protagonista en asuntos tan complejos- aseguraron sin ningún tipo de estupor que eran poseedores de la verdad y TODA la verdad. Que los demás críticos, coleccionistas y estudiosos de la obra de Maruja Mallo no tenían ni puta idea. Viva la soberbia, la incapacidad, la prepotencia y la impunidad. Viva un museo nacional que se presta a favorecer intereses particulares que no han sido contrastados. Viva la intolerancia, las ¡Sabidurías! Prosaicas y analfabetas. Viva todo eso, pero que no monopolicen sus propios intereses. Yo no tengo intereses particulares, no tengo ni tres, ni dos, ni tan siquiera un mínimo dibujo de esa autora. Los estudios del arte y los artistas han de ser razonados, han de contrastarse con autores que NO son de tu misma camarilla. Pero esta es la España que gusta a unos pocos, la España de la confusión. Maruja Mallo, ya no está y no puede defenderse, pero los amantes del arte hemos de denunciar estos apaños que avalan los museos que poco representan.