Apagones
ESTAMOS a un tris de lanzarnos como locos a los supermercados a por papel higiénico. La historia se repite y las manías sociales también. Los rumores cada vez más intensos sobre un posible apagón eléctrico global, los desabastecimientos de alimentos, juguetes, ginebras… y las escandalosas subidas de precios de combustibles, energía y otros bienes de consumo han dibujado un escenario de terror colectivo cuya contención está a punto de saltar por los aires. De momento los tensos consumidores van aguantando como pueden su ansiedad pero en cualquier momento se dispara aquello de «…el último» y la liamos. Y ahí es donde nos podemos crear un problema a nosotros mismos.
Ya se sabe aquello de que el miedo a las crisis provocan las propias crisis. Y el miedo a la falta de productos puede provocar el desabastecimiento total. Las noticias chinas sobre las recomendaciones gubernamentales de hacer acopio de enseres, alimentos y productos de primera necesidad no ayudan en nada a contener una ansiedad consumista que empieza a ser incontrolable.
Pero no sólo el apagón eléctrico amenaza nuestra tierra. Existen otros apagones más silenciosos y paulatinos que causan también un enorme daño a los ciudadanos. Recientes noticias sobre regulaciones de empleo y cierres de oficina en el sector bancario anticipan un panorama de ‘apagón bancario’ especialmente en las zonas rurales que supone un factor más de despoblación y desertización rural. La reciente noticia del ERE de Unicaja y el cierre de 80 oficinas no hace más que ahondar en una herida que supura especialmente en zonas rurales que, por desgracia, acumulan ya demasiados apagones.
En el ámbito político parece que se ha producido un repentino apagón respecto a la posibilidad de elecciones anticipadas de la que, de la noche a la mañana, ya nadie quiere hablar. Habrá que pensar aquello de que en política las cosas no se anuncian, se hacen. Un apagón que también puede provocar a algunos una incontrolable ansiedad por el papel higiénico viendo los resultados de las últimas encuestas electorales.
No podemos olvidarnos tampoco del ‘apagón poblacional’ que afecta dramáticamente a las posibilidades de desarrollo de nuestro territorio. Ya no sólo es que los jóvenes se vayan de nuestra tierra o que tengamos uno de los niveles de envejecimiento más altos de España, es que ni siquiera nacen niños. Si por lo menos nacieran podríamos intentar convencerles de que se quedaran, pero los últimos datos sobre nacimientos en España reflejan en Castilla y León una de las mayores caídas del país con un descenso de 7,35% hasta septiembre. Ya estamos tardando con el papel higiénico.