Diario de Castilla y León

JAVIER RAMÍREZ UTRILLA

Autoridad y complejos

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POLICÍAS HUYENDO de chavales borrachos, mossos d’esquadra vapuleados y humillados por independentistas, gobiernos autonómicos e Instituciones pasándose por el forro los dictámenes del Tribunal Supremo, chavales pateando el coche de entrenadores de futbol…¿Estamos ante un problema de educación o de autoridad? Lo cierto es que por alguna razón hay ciertos conceptos que se han convertido socialmente en tabúes por identificarse con actitudes extremistas o retrógradas. Más allá de estos prejuicios absurdos la realidad es que, al margen de cualquier componente ideológico, conceptos como el de ‘autoridad’ son imprescindibles para el correcto funcionamiento de cualquier organización o colectivo ya sea público o privado. Ningún colegio, ningún equipo deportivo, ninguna Universidad, ninguna empresa, ningún partido político, ninguna asociación, ninguna ciudad o ningún país pueden funcionar sin una estructura jerárquica eficaz basada en el principio de autoridad. No se trata de ser de derechas ni de izquierdas sino simplemente de organización y eficacia.

Como suele ser habitual en nuestro país la Ley del péndulo funciona también en el ámbito educativo en el que hemos pasado de un sistema muy restrictivo a un modelo de barra libre que penaliza el esfuerzo y la disciplina. El problema es que hemos desarrollado tanto ciertos complejos que estos términos de disciplina, autoridad o esfuerzo nos suenan ya a actitudes cavernícolas y fachas o a reflexiones de ‘abuelo cebolleta’.

Cuando la autoridad desaparece de las familias, de los colegios y de las calles empieza a haber problemas de convivencia en las casas, situaciones de conflictos en las escuelas y desordenes públicos en las calles como estamos viendo a diario en botellones multitudinarios. No se trata de ejercer actitudes represivas ni de confundir autoridad con autoritarismo pero no podemos extrañarnos que con un sistema educativo que deja a los profesores al pie de los caballos nos encontremos con situaciones que empiezan a amenazar la convivencia pacífica en determinadas zonas los fines de semana. Lo peor de los botellones no es ya el consumo de alcohol, la suciedad que generan o la violencia que se desencadena, sino el hecho de que cuando llega la policía se ríen de  ellos, les insultan, les humillan y les tiran de todo viéndose obligados a salir corriendo perseguidos por chavales envalentonados  que no conocen el significado del término ‘autoridad’.

La lluvia nos ha librado en este Halloween de los botellones masivos que se preveían pero esta deriva nos debería hacer abandonar esos complejos por nuestro propio bien.

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