Descentralizar Barcelona
NO se puede predicar aquello que no se cumple, ni se puede exigir aquello que no se hace. En Barcelona se concentra la mayor parte de la administración regional de Cataluña en un modelo territorial marcado fundamentalmente por la centralidad. ¿Está dispuesta la Generalitat de Cataluña a distribuir su estructura institucional a lo largo y ancho de Sabadell, Calella, el Pla del Penedés, Rosas, Lérida…? ¿Están dispuestos desde el Gobierno catalán a dotar al Valle de Arán de mayores cuotas de autonomía en respuesta a una reivindicación territorial histórica? Es más, ¿estarían dispuestas las autoridades catalanas a permitir un referéndum de independencia en el Valle de Arán para resolver los anhelos separatistas de ese territorio?
Hay que tener cuidado con lo que se desea porque puede volverse en contra. El Presidente de la Comunidad Valenciana ha encabezado el creciente debate sobre la descapitalización institucional de Madrid con la intención de ganar popularidad fácilmente a través de la rivalidad territorial cuando la Comunidad valenciana es precisamente una de las regiones que concentra mayor poder institucional en su capital.
Lo cierto es que se ha abierto un melón de confrontación territorial cuyas consecuencias son imprevisibles y que, más allá de su verdadera eficacia de fondo, responde, al margen de las populistas acometidas valencianas, a las exigencias presupuestarias del secesionismo catalán que ha encontrado en este debate una magnífica vía de agua para sus pretensiones. No olvidemos que se trata de un debate que puede extenderse como la pólvora a todos los niveles institucionales y territoriales.
Podemos comprobarlo en Castilla y León donde las principales demandas territoriales de ciudades y provincias como León se dirigen en los últimos años más hacia Valladolid que hacia Madrid. Y lo mismo podría decirse de Burgos, Salamanca…u otras muchas ciudades españolas en sus ámbitos autonómicos.
El caso es que con la propuesta de la descapitalización institucional de Madrid se ha abierto la veda, más allá de las razones de fondo a favor y en contra, de una rivalidad y un peligroso enfrentamiento entre territorios con más dosis de populismo fácil que de verdadera eficacia en la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos y en el eficaz funcionamiento de las Administraciones y los servicios públicos. Eso es lo que de verdad debería preocuparnos en lugar de meternos en una espiral de descentralización territorial sin límites cuyas verdaderas intenciones tienen más que ver con aspiraciones secesionistas y populistas que con razones de interés público.