Celebrar el hispanismo
LA celebración del Día de la Hispanidad, o Día de Cristóbal Colón como lo llaman aquí en los Estados Unidos, se ha vivido de una manera bastante diferente este año a como se había hecho hasta ahora. De enarbolar con orgullo la bandera de la Hispanidad a no mostrarla, por si acaso. O a sacarla con cuidado por si hay que dar demasiadas explicaciones. La querencia hacia la Madre Patria aquí en el sur de Florida, crisol de culturas con zonas donde más de la mitad de la población piensa y habla en español, continúa con fuerza. Pero es verdad también que cada vez surgen más opiniones encontradas. A mi hijo, un chaval de casi 17 años que ha vivido mucho más tiempo en esta tierra de acogida que en España, no hay día que no le llamen ‘el conquistador’ cuando habla de sus orígenes. Mi hija, una veinteañera que asiste a la universidad en zona ‘gringa’, decidió pasar de puntillas por la celebración de la fiesta para evitar malas caras, o algún improperio. Los esparcidores de la Leyenda Negra que ensombrece la historia de España han hecho bien su trabajo, incluso en un país como este, que vive un proceso de catarsis nacional para sanar la herida abierta por su pasado esclavista, muy presente todavía con derivaciones racistas plenamente vigentes, y por su aquilatada historia de opresión hacia las minorías indígenas, a las que tiene metidas en reservas. En ese movimiento por retirar todo símbolo que les recuerde ese pasado tan presente, incluidas estatuas de héroes confederados que sonrojaban a cualquiera, la historia de la colonización europea no podía pasar desapercibida. Pero solo la que venía de España, no la de procedencia anglosajona. De esa, mucho más excluyente que la hispana a juicio de muchos historiadores serios, no se habla. El historiador y escritor Fernando García de Cortázar apunta acertadamente que «la conquista de América fue cruel y violenta, como todas las de la historia, donde el heroísmo y la abyección caminaron juntos. Pero la epopeya americana contó con una autocrítica que antes no se había producido nunca». Corren malos tiempos para la celebración de la fiesta de la Hispanidad, aunque nos duela. Tampoco ayudan, todo hay que decirlo, las salidas de tono por el otro lado, con discursos inflamados que no admiten error alguno y que sueltan un tufillo de ardor bélico. También en esto, por parte de todos, conviene alejarse de los extremismos.