Diario de Castilla y León

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VA DE GALLINAS. Lo digo por el repaso que me dio el sábado mi vecina Carmina. El carnicero, al parecer, advirtió en plan sanchuno: basta de cacareos del odio en mi carnicería. Nadie podrá meterse con el Gobierno, porque va a sacar una Ley de Seguridad Nacional contra el cacareo de las gallinas. Así que tú aquí chitón, Carmina, que no cantan bien dos gallos en un gallinero. No maja, no sea que acabemos todos en la cárcel: tú por cacarear y yo por consentirte. No, que a nosotros nadie nos indulta ni paga las multas que nos echen.

Así me lo contó Carmina en plan fabulístico-filosófico, y repuso: esto es el colmo. Ahora los zorros prohibirán por ley que las gallinas cacareen mientras se las zampan. Quieren que se haga todo como la crisis de Gobierno: en plan relajado, amable, cordial, democrático, amenizado con música de Michel Jarre, y cómodo. Cómodo para que ellos hagan la digestión mientras nos tragan con plumas y todo. Vamos, que no quieren que tengamos odio, porque se nos pone la carne dura y las gallinas son menos sabrosas.

Todo esto, Antoñito, tiene bemoles. No me extraña que se deprima tu pobre psicólogo, que me parece un santo. Seguro que lo es, pues aguantarte a ti requiere gran heroísmo. Qué país más loco, y encima sin odio, eso sí. Pero yo pienso seguir cacareando. Es lo que me faltaba: que me quiten el derecho al cacareo. Vamos, por Dios, qué Gobierno tenemos, qué…

No pude oír sus imprecaciones, pues se fue como gallina cacareante a escuchar la lista del nuevo Gobierno. Con ese empaque de pavo real me recordó a la Celestina cuando decía: que «viva la gallina con su pepita». Es decir, sin cortarle el apéndice de la lengua -la pepita- que le permite cacarear. Y pensé: ¿sembraré yo odio con mis cacareos en estas columnas? Lo consultaré con la Conferencia Episcopal, que se ha unido al coro de viva la gente sanchista, y que imparte el perdón con indulgencia plenaria a los golpistas y a los zorros que se comen las gallinas sin ningún arrepentimiento.

En principio -como soy agnóstico, y cabezón como Carmina-, odiaré a quien me odie, y querré a quien me quiera. Y ello a pesar del Íbex 35, sindicatos, dictadores de turno, y del nuevo Gobierno. Tengo ese derecho, pues las palabras se han vuelto absurdas y se manipulan hasta convertirse en el alma de las gallinas. ¿Qué significan ahora perdón, odio, democracia, bondad, ley, o justicia? ¡Naide lo sabe, payo! Para visualizarlo, necesitaríamos este verano unas gafas de sol humanistas que distingan la bondad de la maldad, la justicia de la injusticia, el bien del mal, y la democracia de la tiranía. Casi nada, señores.

La Ley de Seguridad Nacional, que prepara el tirano, es aterradora. Cuando salga -matizada y suavizada para no dañar las tragaderas de las aves de corral-, acabará con los últimos vestigios de dignidad, libertad y justicia en nuestro país. Todo se hará en nombre del bien común, que coincide plenamente con el bien sanchuno. De esta sumisión terrorífica y humillante habló Jorge Guillén en Clamor: «La verdad se desposa con el Régimen,/ está infusa en el Jefe,/ desciende a las cabezas elegidas». Amén.

Pero esto apenas importa. Sólo quieren impedir que odiemos, no sea que se nos ponga la carne dura y correosa. Les gusta hincarnos el diente bien blanditos, relajados, receptivos, amorosos, y «al punto», como el «chuletón» de Sánchez. Con todo esto -y ya con un nuevo Gobierno de «soldados y soldadas» para «dar el gran salto adelante»-, nos desea el presidente un feliz verano: juerga, gallinas, que el virus está de vendimia.

Menos importa aún que el ciudadano pague con sus impuestos las multas de los golpistas catalanes. Simples eslabones de una larga cadena bien sujeta a nuestros pies por el Gobierno tiránico de Sánchez. Espero que no lea esto mi psicólogo con el que, por cierto, se han solidarizado cantidad de psicólogos en toda España. Llegados aquí, me encantaría contarles un chiste, pero ni mi nieto Marquitos está por la labor. El otro día empecé uno -el de Pinocho y Sánchez-, y ni me dejó acabar: ¡déjalo, abuelo, que ahora me voy a la cama y luego sueño cosas malas!

Lo cierto es que, a pesar de todo, este menda seguirá cacareando por el pasillo de mi casa y por estas columnas. ¿Hasta cuándo? No mucho, imagino. Pero no quiero ser pesimista cuando todo va mal, pues lo normal es que vaya peor gobernando Sánchez. Ni el consuelo de ganar al fútbol nos queda. El hecho es que perdimos ante Italia, y lo demás son cacareos de gallina escarbanciona en el césped.

Y el hecho también es que nos acecha la quinta ola a velocidad de crucero, y que estamos lo mismo que hace un año cuando al irnos de vacaciones nos dijo el déspota que habíamos vencido al virus y que éramos más fuertes. Pues no. Estamos en el mismo charco, aun con un nuevo Gobierno, y por mucho paraíso en típex que nos venda. Para él lo será. El resto andamos con mascarillas y jodidos en el infierno por todo: en fútbol, en economía, en leyes y justicia, en democracia, en trabajo, en dignidad humana, y en esperanzas. Lo demás son cuentos chinos para gallinas españolas.

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