Diario de Castilla y León

JAVIER PÉREZ ANDRÉS

Sopa de sapos a "media Lux"

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ENTRAR en jardines es mi fuerte. Aunque soy más de los japoneses, que nacen a la intemperie, a la orilla del camino, huyendo de los herbicidas. Pido para mis altivas viboreras y el resto de flores libertarias el indulto general. Puestos a indultar… Llevamos años regando el tiesto del procés, que es un parterre al que no le falta agua y, encima los del jardí catalá le pisan la manguera al jardinero real antes de cenar. Y todos tan campantes.

Dicen que el móvil fueron los móviles. No se merecen cobertura real esos huertos de marchitos. No entiendo lo de compartir mesa con tanta verdulería ni un menú con sopa de sapos. Cambio de sendero y me pregunto por qué nos tratan tan mal desde el gazebo real. Teniendo en cuenta que aquí rojos, morados, azules y gualdos seríamos incapaces de hacerle un feo al jardinero real por educación y porque, por suerte, estamos vacunados del virus nacionalista. A cuatro días de inaugurar nuestras Edades, la Casa Real nos anuncia que el jefe del Estado inauguraría solo una sede del triunvirato de esta edición. O sea, «a media Lux». Ya no regamos el huerto de facundinos y carrioneses, ambos históricos surcos terracampinos. Sí, el del Arlanzón, con motivo del cumple de la catedral y de que los peregrinos pasan por su puerta en este doble jacobeo.

Me pregunto qué botánicos asesoran al jardinero real. No deben saber que las Edades son más que cien mil móviles juntos, el arcano artístico más importante del jardín nacional. Es para quitarse la corona. Me preocupa. Un virus-hongo ha afectado a la jardinería en general y están jugando con la manga de regar, abriendo y cerrando, con el riesgo de que se nos sequen algunas flores.

A mí me duele porque las Edades las pagamos todos, burgaleses y terracampinos, entre otros. Y todas sus obras nos pertenecen por estar en el yacimiento sentimental de nuestros retablos, claustros y ermitas. No entro, por ahora, en los planes bienales de la política cultural que quiere mover ficha en el corazón de Europa con nuestra carta más alta ni tampoco con esa partida extremeña que los obispos jugarán en Plasencia. Pero no me gustan los desplantes reales ni lo sacros ni que se juegue con la herencia de aquel invento de un cura de Traspinedo que logró que volviésemos a entrar a las iglesias y saliésemos de ellas orgullosos de nuestro patrimonio. O cabreados. Según se riegue.

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