Diario de Castilla y León

JAVIER RAMÍREZ UTRILLA

Requetegeneración política

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UNA VEZ superada aparentemente la imparable ola de regeneración de la política española afrontamos sin remedio un nuevo proceso de «requetegeneración» que nos llevará, por vía de las urnas, a un panorama político bastante más parecido a lo que conocíamos antes de que los de la nueva política vinieran a salvarnos la vida.

Parecía que los nuevos partidos llegaban para sacarnos de la miseria política, moral, social y económica en la que vivíamos inmersos, sin saberlo, hasta su llegada. Ellos nos descubrieron la verdadera democracia con una pléyade de fuerzas políticas de toda clase y condición que, por fin, nos iban a representar como merecíamos. Ellos y sólo ellos iban a acabar con las corruptelas, los amiguismos, el clientelismo, las dietas, los aforamientos…convirtiendo nuestro sistema político en una verdadera y plena democracia.

Por suerte la gente no es tan tonta como ellos piensan (a juzgar por sus habituales discursos pedagógicos y moralinas) y han bastado un par de años para que el pueblo soberano haya entendido perfectamente que nuestros Salvadores han caído de lleno en todos los defectos y miserias cuya denuncia les valió para entrar en política.

Nos hicieron creer que la regeneración iba a permitir mejorar la representatividad democrática con la entrada en escena de multitud de partidos que harían más democráticas nuestras Instituciones reflejando mucho mejor la pluralidad y diversidad de nuestra sociedad. Nos vendieron que cuantos más partidos más representatividad y más democracia y resultó todo lo contrario. En un escenario con multitud de fuerzas políticas la voluntad mayoritaria de los españoles queda sometida a los caprichos, exigencias, condiciones y chantajes de unas minorías que sólo miran por sus intereses particulares.

No hay nada menos democrático que partidos localistas, regionalistas, nacionalistas, radicales o con una representación residual tengan secuestrada la acción política de los partidos mayoritarios. Para que el país funcione necesitamos un Gobierno fuerte capaz de desarrollar eficazmente las políticas mayoritariamente refrendadas por los ciudadanos y sometido a un sistema de controles eficaz, riguroso e independiente que evite cualquier tentación autoritaria o de corrupción que pueda servir de argumento a los aprovechados de la carroña política. Sólo así recuperaremos nuestra autoestima y la imagen exterior de un país fuerte, influyente y liberado de tanto regenerador de pacotilla.

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