Diario de Castilla y León

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La culpa es de Albert Rivera, el de la herencia

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HACE MAL el presidente de la Junta en expresar sus deseos de confianza en el ejército de Pancho Villa que es Ciudadanos en Castilla y León, antes incluso del terremoto de Murcia y la hecatombe bíblica de Madrid. Hace mal, porque en el partido naranja suele ocurrir lo contrario de lo que se desea y de lo que se expresa.

No se le olvide a Alfonso Fernández Mañueco que algún socio de su coalición tuvo que acabar en la unidad de grandes quemados del Hospital de Getafe después de poner una y otra vez la mano en el fuego por la lealtad y honestidad de los 12 procuradores de Cs ante la moción de censura fallida. No se le olvide que era un gobierno, el de coalición, para siempre y en menos de un año y en pleno fragor de la pandemia, salió corriendo uno de los mejores consejeros del ejecutivo, Germán Barrios, harto de tanto hartazgo con los que lo habían designado, es decir, los de Cs.

No se le olvide que esos mismos deseos y confianza fue la que llevó a Luis Tudanca a quedarse varado en la oposición aquel verano de 2019 tras haber conseguido el histórico éxito de devolver la victoria al PSOE en Castilla y León tras más de dos décadas de constantes y sonoras derrotas. En Ciudadanos hay  que expresar lo contrario a lo que se desea para que se cumplan las expectativas. Seguramente ese es uno de los motivos de la fulgurante desaparición del partido naranja, que en menos de dos años ha pasado de tener 26 diputados en Madrid a tener los mismos que concejales tendrá la Unión del Pueblo Leonés en Valladolid.

Predicar una cosa y practicar la contraria. Especialmente cuando las moralinas, los sermones y la altura ética que colocan para todo cristo a la altura del Empire State, ellos mismos se las aplican a ras del bordillo. Dilapidado en el menor tiempo posible el mayor capital político jamás heredado. La culpa es de Albert Rivera. Y del cha cha cha, del tren.

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