Diario de Castilla y León

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HAY VECES en que las hipérboles políticas supuestamente interesadas van cogiendo cuerpo hasta convertirse poco a poco en amenazas reales. Aquellas afirmaciones que hace años sonaban ridículas sobre la ruptura de España, la desaparición de la Monarquía, el cambio del régimen del 78, la ruptura del espíritu de la transición,  o el restablecimiento  de la República como forma de Estado van cobrando hoy día bastantes visos de realidad.

Habrá quien esté más o menos a favor o en contra de esas transformaciones pero lo que es cierto es que, a juzgar por la actual deriva del Gobierno, no se trata ya de exageraciones semiparanoicas de una oposición conservadora dispuesta a meter miedo a la sociedad por interés partidista.

La incorporación de Bildu a la dirección del Estado, la dependencia de la gobernabilidad de España de las fuerzas independentistas, los permanentes condicionantes a la actuación del Jefe del Estado,  las limitaciones a la libertad de expresión derivadas del nuevo pensamiento único o los apoyos recibidos a los Presupuestos Generales del Estado hace años nos hubieran parecido inauditos. Hoy, sin embargo, no sólo son una realidad sino que forman parte de una estrategia claramente definida desde la Vicepresidencia del Gobierno para conducir nuestro actual régimen constitucional hacia una República Confederal bajo un Gobierno social-comunista en palabras del propio Vicepresidente. Así dicho puede parecer también una exageración pero es posible que el tiempo siga convirtiendo las exageraciones en realidades casi sin darnos cuenta.

Por ser justos hay que reconocer que el problema no es de Podemos o de los independentistas que siempre han manifestado con meridiana claridad cuáles son sus objetivos e intenciones políticas y territoriales, sino de quien consiente desde la Presidencia del Gobierno y de un partido de Estado esta deriva política. Sin embargo quienes conocen bien a Pedro Sánchez tienen la absoluta seguridad y tranquilidad de que el Presidente lo único que está haciendo es engañar a sus socios de investidura  con el único propósito de aprobar los Presupuestos como medio para garantizarse (supuestamente) la Legislatura.

Así, Pedro Sánchez se ha convertido, por increíble que parezca, en la última esperanza de mantener nuestro actual régimen constitucional tal y como lo conocemos. Y no por sus dotes estratégicas, su capacidad de liderazgo, su visión histórica o su altura política, sino por su, desgraciadamente demostrada, habilidad para embaucar y engañar a todos los que le rodean ya sean propios o ajenos. Triste esperanza pero esperanza al fin y al cabo, aunque, al final, ya veremos quién engaña a quién. Entre tahúres y rufianes anda el juego..

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