La última cola
Se suspenden los San Fermines. Adiós a la Semana Santa. Los estadios, con gradas vacías y solo los jugadores y al árbitro en el césped. El Camino de Santiago, cerrado. Los conciertos, sin público multitudinario y los teatros y los cines, sin espectadores y sus patios con cuatro butacas desplegadas. Son solo unos ejemplos que suman millones y millones de penitentes, peregrinos aficionados, espectadores …Y en modo económico se traduce en dos perfiles: turistas y consumidores que ya no gastan ni hacen cola para divertirse, ni mantienen el empleo de miles de trabajadores de los sectores implicados en los cierres mencionados. Todos, sin excepción, después de la ocho están en casa porque hay toque de queda.
Ahora las colas que más nos preocupan son las de la PCR que dicen que quiere decir «reacción en cadena de la polimerasa». Imposible asimilar tanto vocabulario pandémico. Esas colas se deben a gigantescas convocatorias a las que acuden filas de miles ciudadanos para comprobar su estado y, generosamente, dejarse analizar para evitar la contagiosidad. El común vuelve a demostrar una vez más, ya van muchas, su sentido común, aparte del miedo. Y en medio, a pocas manzanas de los grandes espacios de las filas de la PCR, la peor fila de todas, la del hambre. Y dos calles más abajo, la del paro y la de los ERTE. Y las calles y plazas de pueblos y ciudades decoran sus fachadas y escaparates con epitafios dedicados, esta vez, a los vivos cuyos negocios fallecen. Y escriben a puerta cerrada: se vende, no puedo más, nos ahogamos, hasta aquí hemos llegado, nos morimos…
Menos mal que nos queda la última cola: la de la vacuna salvadora. Que como falle, ya no va a tener uno la esperanza de volver a escribir con sonrisas. Es materialmente imposible obviar el espacio y tiempo en que vivimos. Deberían redactarse las opciones que nos quedan. Algo así como una agenda para andar por casa. Aunque dada la genialidad y creatividad que nos caracteriza, ya prácticamente hemos agotado todas las posibilidades que nos ofrece estar en casa, jugar, salir al balcón, ver series o leer. Me quedo con esta última. Por ahora, el libro puede ser la acción y conducta más rentable. No creo que la lectura tenga competencia, por muy virtuales que nos estemos volviendo. En la cola deberían preguntar en medio de las pruebas del palito «¿Qué libro está leyendo?».