Diario de Castilla y León

ADOLFO ALONSO ARES

Van-Halen, un mundo de silencios

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Juan Van-Halen es  un poeta de Castilla y León que nació en Torrelodones y digo esto, ya que a lo largo y ancho de su obra hay matices que encierran el misterio que vive en esta tierra. Porque la sintió plenamente cuando leyó aquellos versos que tienen anotados los silencios del mundo, en el intenso recital que se llama Poemas del claustro y que se celebra una noche de junio en la Catedral de León, o cuando participó siendo jurado, al lado de Victoriano Crémer en el premio de poesía que lleva el nombre de González de Lama o cuando llegó por vez primera a la antigua Tierra de los Maragatos y allí mordió la vida fecundada en caminos sin nombre. Anduvo entre los límites que bullen y alcanzan la existencia que duerme entre alacenas y fruteros.

También vago por las tierras segovianas al lado de los versos infinitos de Jaime Gil de Biedma. Obtuvo el Premio Zorrilla de Poesía en la vieja ciudad de Valladolid Y convocó silencios que perviven junto a ese cereal que mece el oro de los viejos veranos de Castilla. Y era Castellano y Leonés de Ávila, antes de que le nombraran Juglar de Fontiveros. Obtuvo el premio de poesía que lleva el nombre de Fray Luis de León y por eso es también de aquella Salamanca del Tormes y Unamuno…

Pero Juan Van-Halen es de Burgos, de Soria, de Palencia y de Zamora, porque en muchos senderos de esas tierras han quedado grabadas sus verdades, los pasos que reparten la simiente que vive en su palabra. Y es que hoy la palabra nos convoca al lado del poeta, porque la Fundación Jorge Guillén, en su colección de poesía Cortalaire, que dirige Antonio Piedra, ha elevado otros versos al sigilo que celebra sus últimos sonetos; editando un libro que se titula Donde nombras la lluvia. En él brota el abismo que conoce la tierra legendaria. 

Juan Van-Halen describió los destinos, en colmados sonetos, que cumplimentan mundos y pasiones. Y es, como dice el primero de sus versos: donde muere el silencio y la palabra nace. Van-Halen adivina el sentimiento que emerge entre la niebla de Castilla y envuelve la oquedad que acuna al Duero.

Hay sonetos del mar y de la arena, de las casas vacías, de un beso que es suspiro, del amor más soñado y de las noches. Hay versos que enarbolan la quimera, el veneno en la piel y el laberinto del viejo Minotauro. Por eso se deshila una memoria que consagra el amor cuando su fuego tiembla entre las pupilas que enamoran. El poeta se frunce entre la muerte, entre los brazos llenos de semillas, en el mar poderoso, en el desierto, o en el sueño que sueña lo que ha sido. Por eso, en este libro he encontrado los límites de un vuelo, la pátina del cosmos que deshizo tantas noches de amor junto a mi cama.

La poesía de Juan Van-Halen late cerca de hogueras que concilian las cosas cotidianas. Su color es el rito que fluctúa en sueños irreales, porque adivinan ecos que desgranan la voz de los que escuchan. Su pasión es el sueño que enaltece las palabras buscadas en abismos que nadie más conoce. Y es que Van-Halen ya había publicado más de treinta libros de poesía y ya había ofrecido más espacios al íntimo escenario de la lluvia. Pero Ahora nos ofrece, esa nueva versión que se escondía en un colmado espejo que rotula su mundo y sus memorias. Son memorias del gozo y la saliva,  del nombre de una rosa, de la piel que disuelve los secretos y el encuentro que enmarca los sabores de una noche candente, de la impostura ajada, escurridiza, que atiende a los destinos que proclaman la buena poesía.   

Donde nombras la lluvia es un libro cargado de rumores, de amores clandestinos, de la infancia interior que se conjura con los que nunca olvidan  un soneto que incendia la mirada. De la mujer que es bella y caprichosa o acerada, brillante, infiel, perdida, como dice el poeta en uno de los versos de este libro, que intensifica gozos. La voz es la mejor delicadeza para llegar al culmen que imagino cuando leo los versos de Van-Halen, porque el poeta toca el universo. Un ciclo de esperanzas y alborotos que viven en la piel de sus leyendas, la seducción antigua, la que esculpe liturgias en los ojos que ven a esas mujeres. Sonetos inocentes, lujuriosos. Llenos de la templanza que camina cuando en Madrid la noche nos engulle.

Donde nombras la lluvia es un libro de versos y sabores. 

Adolfo Alonso Ares es escritor y pintor

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