Navidad, a pesar de todo
COMO EL JUEVES ES NOCHEBUENA, y el viernes será Navidad, desde hoy lunes este servidor se pira. Quiero decir, amigos, que hago una pausa en las filípicas de estos días para atenerme a la vieja fórmula que rige en Occidente desde hace siglos: «paz en la tierra a los hombres de buena voluntad». Como ahí no se habla de los hombres de mala voluntad, digo yo que, aunque sea en villancicos, podré meterme con el Gobierno, pues mala voluntad tienen como para abrir una tienda al por mayor o unos grandes almacenes.
No obstante, como Dios manda, y el cabrón del virus nos lo permita, tengamos la fiesta en paz. Quiero ser optimista y navideño como el más pintado. Bueno, permítanme algún pequeño desahogo. No recuerdo, ni siquiera en las películas de terror, unas navidades peores que éstas. Sólo nos falta que caiga un meteorito y acabe con esta broma tan pesada, o que en un arrebato lírico entonemos el villancico del asalto a los pastores como consuelo: Hasta el portal de Belén/ Sánchez e Iglesias llegaron, para expropiar los pañales,/ porque el IVA no han pagado.
Echando pelillos a la mar, hoy quiero insistir en el espíritu navideño, a pesar de todo, como lo que realmente somos: como hermanos o como primos en el Señor. Creo que este último apelativo –el de primos– nos va mejor que cualquier otro a los españoles de ahora mismo. Lo digo porque lo de «allegados» parece que ha decaído en el argot progresista. Tras enconadas discusiones en distintos consejos de Ministros, llegaron a un callejón sin salida: «si hemos ordenado» se escribe con hache o sin ella.
Y claro, para quitarse de encima la tiranía de la ortografía, el Gobierno social-comunista ha decido que en las Navidades de la «nueva era» sólo se reúnan los primos cercanos, y los muy-muy avenidos que, según la Celaá, son los más primos del portal porque tienen la doble k de kamaradas y edukados. O sea, que todos los españoles, desde el punto de vista de estos tíos –dicho sea con el mayor respeto, pues si nosotros somos primos, ellos, genealógicamente, son nuestros tíos–, estrenamos por decreto ley un nuevo género bajo la especie única de la primada.
Para esto –«That is the question», que dijo Hamlet nada más empezar su soliloquio–, se necesitan aquí y ahora «hombres de buena voluntad», y también mujeres de buena voluntad que parece olvidar el eslogan, lo que no encaja con la legislación vigente. Con estas palabras evangélicas, la historia de la humanidad ha suavizado los dolores de la vida y ha consolado a millones de seres en momentos dificilísimos. En esta Navidad de emergencias y de estremecedoras desgracias, que algunos quisieran prohibir, es necesario pronunciar esas palabras bien alto porque, espiritualmente, nos hacen solidarios, y corporalmente nos abrazan a una bondad como único asidero en este mundo.
Más aún. Ante esta crisis, y ante esta gran prueba que sufre la humanidad, palabras semejantes son las únicas que conseguirán sacarnos de las celdas de nuestro aislamiento y de nuestros egoísmos.
Con meses de confinación y delirios políticos, ya sabemos qué significa vivir en casa, y qué estar dentro de tu casa sólo para ti mismo: que no se vive. Así que oralmente, por email, por telegrama, por columnas, o por donde sea, que se dispare la buena voluntad porque ha nacido un Niño, y esto supone un chute relacionante, un consuelo, un vínculo vital, y la quiebra de todas las tiranías.
Con zambombas, tambores, maracas, y belenes, servidor se punta a esta inyección navideña. Abrazo, por tanto, a mis primos de todo género y condición; a mi psicólogo que afeita un huevo; a Carmina que divinamente y cabrónicamente me zarandea; a mi nietecillo Marcos que desfonda mis argumentos y estupideces; a los que han pagado con sus vidas, han sufrido, y siguen padeciendo, los estragos de este malvado virus; a los míos que hacen de mis histerias olvido; a mi director y jefes del periódico que son unos santos; y a los que me leen y que, a pesar de todo, me amparan con su buena voluntad.
No cabe otra. Frente a las tiranías de todo tipo, busquemos una alegría debajo de las piedras. La alegría es para la vida lo que la sal para las comidas. Sin esa proporción básica, todo nos parece soso y desabrido como la cara del ministro Illa o como la pétrea, inhumana y falsaria de Pedro Sánchez. Bueno, pues incluso a estos con sus jueces y fiscales les deseo una feliz Navidad, y que con su pan, su turrón y su villancico se lo coman: Al portalico en Belén/ no sólo van los pastores,/ también jueces y políticos/ con sus prevaricaciones.
De Pablo Iglesias, de Podemos, y demás frankensteinería, no digo nada, porque no creo que celebren la Navidad, ya que no creen en Dios, ni en estas palabras de humildad básica, ni en la humanidad doliente, y posiblemente tampoco en la mismísima madre que los parió. Así que, con todo respeto, les dedico este villancico como aviso para la Sagrada Familia y también para todos ustedes: Por descuido de José/ la Colau y el Echenique/ le okuparon el Belén. Pues lo dicho, Feliz Navidad a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.