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Mañana usted puede ser millonario. Mañana, día 22 de diciembre, siempre y cuando sea portador de un billete de lotería . Que le toque es puro azar; que haya adquirido el décimo, no. Comprado o quizá compartido con los colegas de la peña de fútbol, con los compañeros del despacho… Con ese buen amigo que te manda la foto al móvil, y escribe que lo jugamos juntos. Como en gananciales, pero con amor.

Siempre me ha llamado la atención ese tipo de personas que confían (sic) gran parte de sus acciones, relaciones y el resultado de ambos vectores al azar. Un modo de vida sustentado (¿oxímoron?) en lo aleatorio. Un estilo de existencia bohemio y romántico, inexorablemente, valga la paradoja, con un alto índice de siniestralidad .

En mi caso, lo reconozco, no juego a la lotería; bueno, no juego por voluntad propia, sino como consecuencia de decisiones ajenas que me introducen en eso de compartir décimos , con el abono de la cuota correspondiente. De este modo el carácter fortuito se incrementa, pues ni siquiera elijo jugar, y mucho menos un determinado número o terminación.

Aquí, en el despacho, esta mañana tibia de domingo pandémico, entre dos asuntos bancarios se cuela un expediente de alcoholemia. Ya saben, sople usted hasta que le diga basta o suene un pitido… Suele aludirse a los controles de la Guardia Civil de Tráfico que se encargan de estos menesteres, a modo de catas uniformadas, con la denominación de aleatorios. Pensándolo bien, el control no tiene nada de aleatorio. Alguien habrá dispuesto que la furgoneta policial se coloque en ese punto kilométrico tal día de tal hora a tal hora.

Lo aleatorio, bien pensado, es con quién te encontraste en el bar, cuántos éramos y el número de rondas. En toda causa, podríamos decir, existe cierta casualidad. Es parte de la vida, e incluso de la muerte. Cada día ofrece su lotería, qué duda cabe.

Mañana, usted puede ser millonario. O algo mejor. Puede estar sano . No hay mejor Gordo. Que la suerte le acompañe. No sea temerario.