Diario de Castilla y León

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Malos augurios navideños para Castilla y León. Sobre todo después de la esperpéntica intervención de Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados del miércoles. Trató a los miembros de la oposición –a + de media España– de tener «una agenda lunática», de ver fantasmas que, sin su permiso, instauran «una república socialista-bolivariana», de falsificar «las fiestas del afecto» con un peligroso «consumismo» capitalista, y lo más importante: que piensa «endurecer» las normas de confinación «como si estuviéramos contagiados». 

Así que ya lo saben, amadísimos apestados, como vivimos en cobilandia y aquí ya no hay Navidad que valga sino un afecto desbordante de tres pares de bemoles, sólo cabe aplicar con todo rigor la dictadura del amor sanchuno que, oh casualidad, está recogida de pe a pa –y con un detalle y un mimo profético que te cagas– en el Banquete de Platón con P de Pedro cuando escribe el inventor de las ideas fantasma: «Que no hay hombre tan cobarde a quien el amor no haga valiente y transforme en un héroe». 

Ante tanta evidencia filosófica, amorosa, valentía y heroicidad en racimo –adornada con ramaje de acanto en el sacro frontispicio del templo délfico de la Moncloa–,  yo me rindo del todo.  En vísperas del Gordo, y a siete días de la nueva Navidad sanchificada, reconozco mis pecados. Renuncio a mis pompas y vanidades, a mis disidencias, a mis pocas palabras, y a mis meadas fuera del tiesto.  

Pero antes de entrar en la cofradía con la pureza del converso, dime tú, oh «amor tirano» que decía Góngora –y perdona mi sinceridad–, ¿qué jodienda me propones a partir de ahora? Te lo pregunto, oh Sánchez divino, porque, como fiel seguidor de la madre Celestina, sólo se me ocurre  este villancico de la sinceridad: ¡Alegría, alegría! / Al timo del mazapán / lo llama Sánchez, don Pedro, / el afecto general.

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