Improvisación
LAS NORMAS justas y debidamente estudiadas son imprescindibles para diseñar la mejor trayectoria en cualquier tipo de sociedad, pues solo así pueden llevarse a buen término los desafíos que la vida propone; ya que los administrados sentimos la zozobra que inquieta cuando nuestros gobernantes improvisan, titubean, no comunican con la debida puntualidad y además siempre se libran de las culpas porque se erigen fiduciarios de la verdad absoluta. Pensamos entonces que «desde el menor hasta el mayor, es gente ancha de conciencia» como decía Berganza a Cipión en El coloquio de los perros. Porque gobernar con mesura e informar cabalmente, son elementos imprescindibles en las auténticas democracias y por eso exigimos referencias alentadoras, que elogien la evidencia, la legítima verdad, sobre todo, cuando se anuncian diseñadas y evaluadas por comisiones de auténticos especialistas que resultan ser falsas. Por eso, el titular de la Vicepresidencia Segunda del Gobierno de España es el claro ejemplo de vana improvisación, de dejación de funciones y de falta de sensibilidad para con muchos de los que imaginábamos y deseábamos un gobierno para todos. Esa es la lamentable impresión que nos abate a los que anhelábamos ser tutelados por políticos que, una vez elegidos, se dispusieran a aparcar sus premisas electorales y sus fingidas promesas. Pues, consagrarse a gobernar para todos, supone disposición y voluntad. Ese es el principio lógico y aceptado como parte intrínseca de la tradición a la que hasta ahora nos habíamos acostumbrado. Pero actualmente, la práctica política forma parte de un futuro quebradizo e inestable, un futuro que se sustenta en el formato obsoleto que deberíamos desdeñar.
El elector demócrata vota en libertad, pero una vez concluido el proceso y obtenido el resultado de las urnas, es menester que cada uno de los elegidos, acreciente los valores supuestos a los buenos gobernantes, por eso, aunque no votemos por determinadas posiciones, con la simple declaración de nuestro voto, afianzamos y aceptamos de buen grado a los que realmente están dispuestos a atender al conjunto de la población. Sin este preámbulo inicial no serían posibles los gobiernos democráticos y tampoco la oposición a los mismos. Uno y otra, conforman instituciones capaces de gobernar, oponerse, tutelar y debatir.
Democracia es libertad y es humildad, pero pocos lo saben. También dijo Berganza, cuando era perro guardián del Hospital de la Resurrección de Valladolid que «la humildad es la basa y fundamento de todas las virtudes, y que sin ella no hay ninguna que lo sea», porque siguió diciendo que «de los enemigos hace amigos, templa la cólera de los airados y menoscaba la arrogancia de los soberbios»…