El último dique
YA LO SIENTO. Me dicen que algunos se deprimen con mis columnas por su realismo descarnado. Pues nada, contaré chistes como la televisión de todos los españoles, que es la una. Esto sí que es un chiste: llamarla española cuando es sólo sanchuna. Qué maravilla de concursos políticos, de asesores a sueldo, de cinchas para embridar a la bestia, y de rebaba encantadora para engrasar la idiotez. Podrán acusarme de muchas cosas, pero no de manipular lo que veo y después escribo.
Todo se reduce a simples observaciones. Hoy veo que el Gobierno Iglesias&Sánchez no dinamita de cuajo el dique de nuestras libertades. No. Van quitando troncos paulatina y sigilosamente, con gran cálculo y premeditación, hasta que la vía de agua se abra paso, erosione la democracia y el estado de bienestar, y pueda emerger, tras el tsunami, una «republiqueta» latinoamericana de tercer orden, llena de caciques y privilegios, de saqueadores, y de tercermundistas imperiales.
¿Y quién apuntala las costuras de lo poco que queda de este último dique en la España democrática? Pues el Rey y la Justicia en nombre del Rey. De aquí que el auténtico debate no sea monarquía o república. El tema es otro: ¿Ayudamos al Rey a mantener sin fisuras el dique constitucional y democrático? ¿O agarramos el azadón -lo que llama Iglesias «estar haciendo el trabajo» sucio- para dar paso a esa «republiqueta» regida por dinamiteros, totalitarios, y sátrapas bananeros?
Nada que ver, por tanto, con una república seria como la francesa, y sí con la narcodictadura venezolana. Se trata de estar con la prosperidad o con la miseria, con la reconciliación nacional y el perdón o con el odio entre españoles, con la verdad o con la mentira, con la manipulación o con la honradez. Y se trata, tal vez, del debate más decisivo de nuestra historia: ¿estamos con la construcción o con la destrucción de España? Como esto es lo que veo, pues lo cuento sin vendas en los ojos.
¿Y que más veo hoy lunes? Las sesiones del Congreso de los Diputados llenas de coces. Algo muy natural, dada la condición animal de algunas de sus señorías. Viendo estas sesiones se deduce lo que ya advertían nuestros clásicos: que «por el dique se sabe la casa» del mismo modo que por el hilo se saca el ovillo. Al ver tanto saboteador y patadas en directo, me llevan hoy, inevitablemente, al caballo Incitatus, de Calígula, que fue también diputado. Pues hablemos del famoso animal.
Creo que superaba en talento, educación y cortesía, a muchos de nuestros políticos actuales. Desde luego daba menos coces. Es verdad que este singular caballo tenía más privilegios que muchísimos mortales. Pero siendo justos, no eran superiores a los que disfrutan los diputados en la Carrera de San Jerónimo. Por tanto, considero muy normal que Incitatus hiciera carrera política porque, según los historiadores, su señoría caballuna era de pura raza hispana.
¿Podemos echar toda la culpa a Calígula de que Incitatus llegara a Senador? No. Con la poca buena intención que le quedaba al cruel tirano, sádico y ególatra -¿a quién nos recuerda?-, tuvo una inspiración genial y pensó: Oh dioses sempiternos, si los más burros están en política, ¿a quién le va a extrañar que haya un caballo en el senado de Roma? A nadie. Si Rufián es lo normal en el tendido, el caballo es la aristocracia en la burrez circundante, pues tras Incitatus aplaude toda la cuadra con las pezuñas.
Lógica aplastante, amigos hispanos. El bueno de Incitatus vivía como un Rufián cualquiera en la bancada caballar con grandes privilegios: pagas suculentas, patentes de corso, ordenador y móviles, retiro vitalicio con oficina y secretaría, y derecho de pernada. Incitatus eligió a la noble Penélope como esposa con un simple cabeceo. La dama no hizo ascos. Yacía con el casco, porque el caballo político tenía herraduras de oro, caballeriza de mármol, pesebre de marfil, y una gran finca para cultivar pastos alucinógenos y para reciclar crines y cagajones desestructurados. Menos da una piedra.
Aquí también tenemos a Incitatus votando tan ricamente por Calígula. En el Congreso se oyen auténticos disparates y relinchos con el visto bueno de Batet Lamaña, que se siente orgullosa de amparar al conjunto equino porque aquí hay libertad de expresión. Todo esto, amigos, no me lo invento. Es historia de la antigüedad y de hoy mismo. Oyes a la bancada progresista, y tienes la sensación de que estás viendo a Incitatus y a los suyos.
¿Qué hace, mientras, Sánchez Calígula ante estas cabriolas y relinchos de animales? Echarles paja con el polvillo de oro que espolvoreó Delcy Rodríguez en Barajas sin pisar suelo español. Vamos, como para no ser pesimista. El único dique que nos queda, ante esta insensatez y locura de convertir España en una cuadra en descomposición, es el Rey. Por eso yo, que no soy monárquico, veo que he de estar con el Rey por algo que advirtió la Celestina sobre los reventadores de diques: «no des paso seguro a quien corre por el muro». Esto veo, y esto escribiré mientras no me maten a coces los depredadores de la cuadra dorada de Incitatus.