Diario de Castilla y León

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ALGUIEN, maliciosamente, puede pensar que estas líneas están dedicadas a la reina honorífica Sofía, todavía consorte del Rey, también honorífico, Juan Carlos. Pues no. La soberana griega se estará delectando con la presencia de Corina en suelo español. Donde las dan, las toman. Pero pasemos al objeto de la columna de hoy.

Uno de los lugares más bellos del mundo, a caballo entre dos continentes, es sin duda alguna el estrecho del Bósforo, el mítico y legendario paso inter territorial que separa Europa de Asia en la ciudad turca de Estambul. Un paseo en barco por él no deja a nadie indiferente y constituye una experiencia embriagadora. Y, además, tiene mucha historia. La actual Estambul -antigua Bizancio, después Constantinopla- es una de las urbes que ha tenido -y tiene- sus propias señas de identidad y que, en su momento, fue la envidia del mundo por su cosmopolitismo, apertura y pluralismo artístico, religioso y político, además de ser, durante varios siglos, el epicentro del mundo conocido.

Fue con la caída del Imperio Romano de Oriente y el establecimiento de otro nuevo, el Otomano, cuando su declive comenzó a ser una evidencia. Es cierto que con Atatürk, padre de la Turquía moderna, se inicio un firme camino de progresivo acercamiento e incorporación a Europa, alejándose de Asia y de su idiosincrasia. Erdogan, eterno Primer Ministro, ha seguido el camino de sus predecesores. Hasta ahora.

El símbolo más emblemático de Estambul es Santa Sofía -mitad cristiana, mitad musulmana- y ha estado abierto al público en general, sirviendo de museo sin que tuviera ninguna adscripción religiosa concreta. Es por ello que era considerada una de las maravillas del mundo y estaba reconocida por la UNESCO, desde 1985, como Patrimonio de la Humanidad

 Recientemente, un Tribunal Administrativo turco ha ratificado la decisión del Gobierno de Erdogan de convertir Santa Sofía en una mezquita de uso privativo para los musulmanes. Una victoria para los nacionalistas turcos y para la religión musulmana. Una derrota, sin precedentes, para la democracia y la libertad religiosa. ¿Qué pensarían si el Gobierno de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias decidiera -y fuese avalado por los Tribunales- que la mezquita de Córdoba permitiera el uso exclusivo para católicos? Un disparate. Pues eso es lo que ha pasado, mutatis mutandis, con Santa Sofía. Un paso atrás para la democracia y una manifestación de intolerancia religiosa del gobierno turco.

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