Diario de Castilla y León

Ricardo Gª Ureta

Casi toda una vida en crisis

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DE LA MISMA manera que desconocemos lo hondo que nos llevará esta crisis sanitaria ignoramos hasta que punto profundizaremos en la recesión económica, que ya nadie duda que será una secuela de la epidemia. Son dos amenazas que discurren en paralelo y si es enormemente difícil luchar contra el contagio mortal del coronavirus no lo será menos combatir su impacto en la economía global. Son pocos los países que han sabido moderar el impacto de la epidemia hasta ahora y seguramente desconocemos a qué coste, pero no existe ejemplo alguno de cómo sobrevivir a la crisis económica derivada del cese de actividades productivas por todo el mundo, la caída del consumo, la desconfianza en la economía y el debilitamiento de la estructura productiva por la desaparición de empresas y pequeños profesionales autónomos. Se nos avecinan tiempos complejos en los que la desconfianza llegará más allá del miedo al contagio y salpicará a la economía, incluso a la más doméstica. Hace algún tiempo, cuando mi hijo tenía unos diez u once años, escuchó hablar de la recesión en la radio y lamentó muy serio que llevaba casi toda su vida «en crisis». Tenía razón, él nació en 2005 y la crisis estalló apenas tres años después. Hoy, con quince años ve llegar otro periodo de retroceso económico con peores perspectivas que las de hace 13 años.  La crisis del coronavirus está afectando al conjunto del planeta. No hay regiones que crezcan mientras la vieja Europa trataba de salir de su recesión. Además, la solidaridad entre las naciones está muy resentida y la desconfianza es creciente como estamos viendo en los países reacios a los coronabonos, que no están dispuestos a pagar la factura de la gestión de países que no han aprovechado la recuperación para ponerse al día y se niegan a dejar esa deuda a la siguiente generación. De igual manera que ciertos partidos en España recelan de sumarse a unos Pactos de la Moncloa con los que el Gobierno pretende mutualizar la responsabilidad de la respuesta a la crisis sumando a otras formaciones políticas pero no a sus propuestas. Ni siquiera se ponen de acuerdo entre socios de Gobierno en crear una renta mínima para la supervivencia -esta es la palabra clave en este momento- de quienes serán arrastrados por la crisis. La discusión no es ya si llegará un nuevo periodo de recesión sino lo profundamente que afectará a nuestra economía y nuestras vidas. El FMI ha dado un mazazo al optimismo que aún tratan de vender algunos gestores públicos y pone cifras a la tragedia económica: llegaremos al 21% de paro. Ya no cabrá recurrir a la exportación a países que están igual que el nuestro, no hay Plan E que fomente la obra pública porque no hay dinero. La única salida es levantar la industria y el consumo interno. La pregunta es cómo.

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