El reto demográfico no puede esperar más tiempo
LA PÉRDIDA de población de Castilla y León es un drama acuciante que se viene arrastrando desde hace décadas y que requiere soluciones enérgicas para ponerle coto. Durante las dos últimas décadas, las provincias de la Comunidad han tenido una evolución desigual pero con una tendencia preocupante al estancamiento cuando no a la decadencia poblacional. Valladolid, Segovia y Burgos han incrementado su población, mientras el resto la ha perdido, en algunos casos, como los de León, Palencia y Zamora que se sitúan en los puestos de cola del ranking español.
Soria, Ávila y Salamanca también han perdido población pero no de la magnitud de aquellas. En todo caso, tanto las que ganan como las que pierden se sitúan por debajo de la media española de crecimiento, lo que indica que en la España de dos velocidades, en cuanto a población, se refiere, Castilla y León no está en el pelotón de provincias de cabeza.
Se requieren actuaciones decididas y sin dilaciones para corregir una situación dramática que condiciona la calidad de vida de los castellanos y leoneses y la generación de oportunidades para que el mundo rural siga teniendo futuro. No cabe esperar más por cuanto, aunque haya provincias que tengan más población que hace dos décadas hubiera sido deseable que los resultados estuvieran dentro del concierto de provincias más pujantes y no por debajo de la media.
Precisamente ayer se hizo público que la Junta está barajando demandar a la UE que se tenga en cuenta el concepto de ‘ desierto demográfico ’ para la modulación de las ayudas de la Unión. Es un paso más que está al albur de la receptividad de las autoridades europeas pero que pone el acento en la consideración especial que ha de tener la Comunidad a la hora de relacionarse con otras administraciones ya que no todas los territorios sufren igual la lacra del despoblamiento .
No hay paliativos para describir la situación por la que atraviesa la comunidad, ya que es grave y prolongada en el tiempo. El diagnóstico es claro por lo que no cabe más que una actuación enérgica y contundente que no solo fije la población con medidas que hagan atractiva y práctica la vida en el mundo rural sino también para ir corrigiendo los desequilibrios poblaciones y que Castilla y León se sitúe entre las comunidades pujantes y atractivas para vivir y trabajar.
Combatir la baja natalidad , disponer de servicios de calidad y cercanos, hacer ver la necesidad financiera de un territorio con una singularidad que encarece la prestación de los mismos, e incentivar la generación de oportunidades son líneas ya enumeradas hasta la saciedad, pero que requieren de toda la energía de las administraciones responsables de luchar por el reto demográfico.