Una feria es una feria
TIERRA ADENTRO
CADA día es más complicado mover el hilo de mil ovillos en esta región de regiones, en esta tierra de terruños, mapa inabordable de comarcas ignoradas y desmotivadas, no se pueden imaginar hasta dónde. En contraposición a ese desasosiego nace un sentido de permanencia local, cada vez más de lindero desenfrenado, pelín peligroso y sin hoja de ruta. Salvo honrosas acciones de la sociedad civil cuando es capaz de esquivar los tentáculos de los partidos.
Pero seguimos sin capitán. Sin alarife capaz de rematar la casa de todos, de abrir huecos y habitaciones y recrear en cada una sus propias yeserías. Nadie va a escuchar al Duero, que lleva la estrofa de lo multicultural. Nadie viaja. Pocos conocen. Y muchísimos parecen estar de vuelta sin haber ido. Y en estas seguimos cuando a Fitur volvimos.
Las nuevas tecnologías se han comido a las ferias, pero todavía es muy rentable el metraje. De ahí que existan recintos, pabellones y certámenes. Fitur es la madre internacional de todas las ferias del turismo en España. Intur, la nuestra, nació para ser su aplicada hija ferial y liderar el turismo nacional de interior. Pero nos la cargamos por ineptos, por criterios psicodélicos y por olvidar el mapa físico.
Ya está bien de culpar al virus de la crisis. Lo que nos falla es la imaginación. Y la asignatura de geografía. Insisto.
De ahí que cada vez que tenemos que enseñar quiénes somos, de dónde venimos y qué tenemos, cuando abrimos nuestras portillas y nuestro espacio aéreo, fallamos en la fórmula y en el método.
Este año, además, en la puesta en escena. Manda huevos ecológicos el diseño «caseteril» de la infraestructura con la que nos han visto los visitantes y donde nuestros profesionales han tenido que lidiar. Porque un reducido grupo de las –cada vez más mermadas– comitivas de visita ferial, van a Fitur a currar. Este año, más de 100 acciones. Algunas presentaciones sobran, pero dan color y una feria es una feria. El resto son contactos, firmas, protocolos de actuación con los vecinos y mucha promesa de lanzar peregrinos, miliarios, trenes, reyes, rutas y letras. Y eso sí: internacionalización a tope.
Vamos a ver. A ver si me explico. ¿Somos variados? Sí. Vale. Pues entonces está claro: somos abanico, puzzle, mosaico y, si me apuras, diminutas taifas de un enorme califato autonómico. Pues contémoslo así: varillas, teselas, piezas multicolores... ¿No tenemos de todo? No cambian. No cambiamos.