Diario de Castilla y León

JAVIER PÉREZ ANDRÉS

Champagne s’il vous plaît...

TIERRA ADENTRO

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Andaba servidor bajo de moral cuando me vi sobrevolando los Pirineos, camino de Champagne . El terroir de lo diferencial, donde habitante y vino forman unidad patriótica rentable y sólida. Dejaba mi país inmerso en incendios provocados en calles de Barcelona y a mi región envuelta en voces que enciscaban la revolución comunera. Las señas identitarias por los suelos.

Y en esto que levanté mi copa de cristal y vi bajo la corona y entre las burbujas el terroir de Montagne de Reims, Valle de Marne, Côte des Blancs y Côte des Bar , donde la viña suelda la dignidad a un territorio. Cóctel del que solo Francia conoce la fórmula. Norma, glamour y constancia. Miles de viticultores viven muy bien –más de seis euros el kilo lo explican– de las cerca de 35.000 hectáreas de viñedo siempre protegidas, reguladas y acorazadas para que la chapucería y el fraude no acaben con su historia. Esa es la pauta a seguir para evitar que una zona de vinos sucumba ante crecimientos desmesurados e inversiones disparatadas. Y esto explica por qué el champagne se blinda ante posibles fraudes gracias a una Denominación de Origen que ampara suelo, clasificación, cepajes y tipologías.

Visitando sus viñedos entendemos el porqué de su éxito, de su rentabilidad y de esa inercia patriótica francesa; un rasgo más del país de Nicolás Chauvin. Y que alcanza hasta el propio Trump, que exime al champagne de su reciente locura arancelaria. Entrar en la Maison de Pierre- Charles Taittinger , aquel joven oficial de caballería que la adquirió en 1932, y saber que Voltaire la visitó, impacta. Del argumentario actual de esta firma familiar se pueden extraer jugosas conclusiones. Los dos hijos de Pierre, actual patriarca de la casa Taittinger, Clovis y Vitalie , se enfrentan a la continuidad y responden ante los consumidores de todo el mundo.

Pero hay más, sus edificios decimonónicos convertidos en bellísimos châteaux y sus cavas legendarias, canteras romanas y galerías de la desaparecida abadía de Saint Nicaise, que se encuentran bajo la moderna sede de la bodega y ese canto permanente a los Condes de Champagne deshojan ante los visitantes los valores culturales del vino. Una seña identitaria pegada a la tierra. Aviso a navegantes: aquí, en mi tierra, se dan las claves. Solo hace falta que sepamos digerir la historia, cumplir la norma y aprendamos poco a poco la senda de ese glamour tan rentable.

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