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JUDOPARQUE SPORT

La sabiduría del tatami

PARQUE SPORT. El judoca Julio Cereijo se cuelga, a los 68 años, la plata en el Campeonato del Mundo de veteranos de Marruecos / Participar en los JJ.OO. de su categoría en 2021, su gran objetivo

Julio Cereijo posa con las medallas nacionales e internacionales conseguidas sobre el tatami. - J.M. LOSTAU

Publicado por
GUILLERMO SANZ | VALLADOLID
Valladolid

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La edad es sólo un estado mental; un número que aparece, como otros tantos en el DNI. Sin embargo, debajo de corazas curtidas por el paso del tiempo se esconden espíritus jóvenes capaces de echar un pulso al reloj biológico. En este barco cruza un mar de éxitos el vallisoletano Julio Cereijo, que continúa a sus 68 derribando fronteras. La última en Marruecos, sede del Campeonato del Mundo de judo para veteranos, donde el judoca del Parque Sport lució canas de plata.

Cereijo quiso poner una pica en el norte de África. La guinda a una temporada en la que ha sumado dos oros -uno en el Campeonato de España y otro en el prestigioso Metropole de Lille (Francia)-, un bronce en el Campeonato de Europa y, por último, una plata en el Mundial. Todo ello en el primer año en el que escribe su nombre en las competiciones internacionales.

El vallisoletano se encontró en Marrakech «una carpa de plástico en medio de unas tierras secas». El paisaje era lo de menos en un paseo por el tatami, que pisó con firmeza. En el horizonte, tres muros que saltar. El primero el que sirvió el italiano Eliodoro Miranda, al que Cereijo tiene cogida la medida. En la segunda pantalla apareció el ruso Alexander Puzakov, ante el que firmó un combate épico: «“Vi que tenía una fuerza impresionante. Me iba ganando, pero me salió un uchi-mata y logré remontar», relata.

El tiempo entre combate y combate enfrió al pupilo de Enrique Ortega y pagó caro el peaje en la final ante el estadounidense de origen ruso Niikolai Shwenzer. «Íbamos igualados y perdía por su fuerza, no por su judo», asegura Julio Cereijo; un judoca sin fecha de caducidad que viajó al otro lado del estrecho con las ideas claras. «Yo estoy mentalmente convencido de que puedo ganar a todo el mundo que tenga delante; otra cosa es que salga, pero con mucho trabajo se puede conseguir», explica.

El miedo no tiene hueco en el judogi del veterano vallisoletano, que compite en la categoría M8 (entre 65 y 69 años). «No hay que tener miedo a nada. Hay gente que sale ya asustada», asegura. El judoca sabe que no hay que temer ni al rival ni al entorno. Este año le ha tocado pelearse también con el desértico calor de las Canarias -sede del Europeo y del Campeonato de España- y de Marruecos, en el Mundial: «Tanto calor me estaba agobiando. La verdad es que no estaba a gusto, pero cuando salgo al tatami me da igual estar en Marruecos o en Islandia», bromea.

Cereijo volvió a pisar el tatami hace tres años después de más de tres décadas sin competir y el retorno no pudo ser más triunfal: oro indiscutible en España y firma de muchos quilates fuera de su país. Nada de esto es casual. Detrás de cada victoria hay muchas horas de entrenamiento. De lunes a jueves en el gimnasio Parque Sport de Parquesol y los fines de semana en el campo, para «oxigenar un poco».

El vallisoletano se trae deberes a casa. De cada combate saca sus propias notas. «Lo que me queda de año lo voy a dedicar a entrenar y trabajar las cosas que he visto en el Mundial y en el Europeo. Tengo que entrenar para que no me agarren, moverme más y buscar alternativas», explica un judoca al que el tiempo le ha dado una galería de recursos que utiliza con sabiduría en la competición. «Aunque soy diestro, trabajo tanto por la derecha como por la izquierda, para buscar el equilibrio del cuerpo. Eso les descoloca un poco y juego mucho con eso. No me centro en una técnica sólo, hago de casi todo», asegura.

Julio Cereijo tiene por delante unos meses para seguir puliendo su sabiduría y alimentando su confianza en sí mismo. En mayo comenzará de nuevo un nuevo camino de baldosas amarillas con el Campeonato de España. Después el GPS marcará como destinos Grecia -sede del Europeo- y Polonia -sede del Mundial-. «Sacaré medalla en todas. Lo tengo muy claro. Hay que ir a ganar», asevera.

Sin embargo, por su catalejo observa un destino mucho más lejano: Tokio. La llama olímpica no se apagará en la ciudad nipona cuando se entreguen las últimas medallas de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos. El fuego sseguirá crepitando un año más, hasta 2021, cuando serán los veteranos los que reclamen su hueco en el Olimpo; un suelo que sueña con pisar el vallisoletano: «Creo que tengo currículum de sobra para ir. Tendré que ir ahorrando», bromea el judoca.

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La carrera de Cereijo irá más allá de Japón. Su envase no tiene fecha de caducidad marcada: «El tiempo dirá. Estaré hasta que el cuerpo aguante, porque esto me da vidilla y vitalidad y eso no tiene precio. Quiero seguir con esa energía e intentando ser un ejemplo para jóvenes y mayores», concluye.