Por sendas que discurren entre la historia y la identidad de una tierra única

Una vez en Santiago de Compostela, preguntaron a unos peregrinos cansados, pero con el semblante feliz por haber completado su andanza, que cuál fue el momento más duro en todo el Camino. Se miraron entre ellos por un fugaz instante y prácticamente al unísono contestaron: cruzar “El Bierzo”. Les preguntaron que por qué, y casi con los ojos entrecerrados, queriendo revivir aquellos recuerdos, uno respondió: 

"porque no queríamos dejar de recorrer aquella maravillosa tierra"

Quien otea desde cualquier mirador el esplendor de esta tierra, lo tiene claro. El Bierzo es un auténtico tesoro para aquellos que aman descubrir rincones singulares, repletos de secretos que, sin importar cuántas veces lo visites, siempre quedará alguno por averiguar. Al oeste de la provincia de León, lindando con Galicia y Asturias, se encuentra flanqueado por valles, una Ruta del Vino que, en unos 1.250 kilómetros cuadrados ofrece senderos en los que perderse; un patrimonio cultural e histórico sorprendente; así como una Reserva de la Biosfera, los Ancares, que condensa a la perfección todo lo que un ávido viajero viene a buscar: espacios naturales, flora y fauna, una historia centenaria maravillosamente conservada, y, en definitiva, un lugar al que querer volver siempre.

Hablar del Bierzo es hablar de sus Patrimonios de la Humanidad. Es hablar de Las Médulas, la que fuera la mayor mina de oro al aire libre de todo el Imperio Romano. Hoy en día sorprende con una postal llamativa, ya que a las muestras evidentes de la acción humana se le suma el inalterable paso de la naturaleza, que ha poblado de castaños y robles unas minas que, si bien ya no tienen un gramo de oro, regalan un entorno paisajístico más valioso aún que ese noble metal.

Tampoco se puede olvidar el Camino de Santiago a su paso por el Bierzo, el otro gran Patrimonio de la Humanidad. Como cruce privilegiado de caminos, los peregrinos quedan hechizados por la belleza y autenticidad de los entornos naturales, salpicados de monumentos que atestiguan la importancia histórica y estratégica de la comarca siglos atrás. Desde el camino de invierno, pasando por el camino francés, el camino del manzanal o el camino olvidado, los peregrinos se sumergen en un verdadero viaje en el tiempo a través de pueblos únicos por cuyas calles sinuosas y empedradas se conservan aún los vestigios de siglos de continuos cambios y de historias insólitas.

Desde la época romana, El Bierzo ha sido lugar de encuentro y de prosperidad. Es desde aquella época, que los viñedos de esta Ruta están prácticamente dominados por la uva Mencía, aproximadamente el 75% de la producción de la uva calificada. De ella se obtiene un vino afrutado, muy balanceado, aromático, con ciertos toques minerales y que armoniza perfectamente con una gastronomía de fuerte arraigo, donde predomina el suculento botillo, una espectacular cecina y unos pimientos asados de calidad incontestable. Qué decir de los vinos blancos, elaborados principalmente a partir de la uva Godello y/o Palomino. Los que saben un poquito de esto, dirán que estos vinos han impulsado y de qué manera, la calidad del vino blanco de nuestro país. No es para menos. Esta variedad de uva ofrece un vino peculiar, que inunda el olfato del comensal con aromas de fruta blanca madura, cítricos y flores. Una verdadera delicia en el paladar y sugerente a la vista, con esos tonos amarillo pajizo y cierto reflejo verdoso.

Los vinos del Bierzo son, en definitiva, vinos de autor, vinos de familia. Las bodegas están ligadas estrechamente a las familias, por lo que, a la hora de la elaboración, se miran más ciertos aspectos que en una industria desprovista de ese calor familiar se obvian. Como resultado, los vinos del Bierzo dignifican una Ruta con ingredientes de sobra para convertirse en el destino favorito de cualquier coleccionista de historias y recuerdos imborrables.

RUTA DEL VINO DEL BIERZO