«Cumpliendo la normativa, las granjas porcinas no molestan»
Juan Ramón Sastre defiende desde Caleruega a las explotaciones de cerdos
Juan Ramón Sastre dirige una de las 4.000 explotaciones porcinas que hay en Castilla y León. No duda: «cumpliendo la normativa, las granjas no molestan». «En su mayoría cumplen la legislación vigente, que es mucha y muy escrupulosa», defiende.
Juan Ramón empezó con la granja en el año 2010, con 1.200 madres, y luego amplió en 2015 hasta 2.500. «Aquí inseminamos a las cerdas, paren; el lechón se desteta a las 4 semanas y sale a las 10 semanas de vida, con unos 20 kilos de peso».
Las hembras van a granjas para reproducción mientras que los machos van a engorde y después al matadero, con 7 meses. «Las cerdas paren durante 3 o 4 años y suelen tener un total de 8 o 10 partos cada una», señala consciente de que el momento más delicado es el día antes del parto y los dos días siguientes.
Pero, ¿Qué hace esta granja para evitar molestias a los vecinos? Según explica, la primera medida llega con la alimentación. «Hoy en día los piensos vienen formulados para que las emisiones de nitrógeno sean menores que hace años, y eso ya hace que huela menos que antes».
Otro factor determinante es la aplicación al terreno de los purines. «Antiguamente, con el método de abanico, se expandía mucho por el aire y había más intercambio; era como un ventilador, pero ahora hay dos métodos que son mucho más efectivos: uno es inyectándolo directamente a unos 10 centímetros bajo el suelo, pero es costoso porque requiere mucha potencia del tractor. La mayor parte de los ganaderos optamos por el método de bandas colgantes, que son unos tubos que aplican el purín a unos 5 centímetros del suelo. El hecho de aplicarlo tan cerca hace que el contacto con el aire sea menor y minimiza los olores».
VIENTO
A la hora de distribuirlo es vital tener en cuenta el viento. «Hay que intentar elegir los días menos ventosos y así no hay apenas olores. Con una buena praxis, los pueblos no tendrían por qué enterarse de que hay una granja cerca».
Por el contrario, defiende, las granjas son un motor de empleo en la España Vaciada. «Aquí además de mi hermano, José María y yo, trabajan 12 personas», afirma convencido de que con este formato «es más fácil conciliar la vida laboral y familiar y encontrar mano de obra».
En su opinión, una granja de su volumen es más eficiente que diez pequeñas en las que la optimización es menor.
Una de las principales preocupaciones de los vecinos es la contaminación del suelo. «El subsuelo solo se contamina si echamos más nitrógeno de lo que el cultivo puede absorber, independientemente de si es orgánico, procedente de ganadería, o químico», argumenta.
Por ejemplo, continúa, hay zonas en las que no hay ganaderías que no están contaminadas por nitratos «como Canarias». «Por el contrario, aquí en Caleruega tenemos dos granjas de cerdos, tres de ovejas, una de vacas y no hay contaminación ni problemas con los vecinos».
Y aunque las bodegas han iniciado su particular batalla contra las granjas porcinas, Juan Ramón insiste: en el campo cabemos todos. «Está bien que haya control, de hecho la Unión Europea está trabajando en este sentido para reducir el nitrógeno, pero si producimos menos habrá que subvencionar más. Si no, el campo cerrará», advierte.
Hablemos de rentabilidad. «La inversión siempre ha sido alta por lo que se requieren bastantes años para amortizar, pero ahora se ha complicado y si antes tardabas 10 o 12 años, a día de hoy necesitas 15 o 20, porque está todo por las nubes: los materiales, las piezas, el tipo de interés… Es mucho más difícil».
Él funciona en integración: la empresa con la que opera aporta las cerdas, los medicamentos y el pienso, que es lo más caro, mientras que Juan Ramón y su hermano ponen la instalación, la mano de obra y el coste de la energía. Juan Ramón es además presidente de la Asociación de Porcino en Burgos. «Es importante que no se demonice al sector porque somos los primeros interesados en cuidar nuestro entorno, que es por cierto el lugar donde vivimos», concluye.