La trufa de Soria resiste sin ferias y con las restricciones a la hostelería
Después de un año desastroso como fue 2020 para los productores de patata de Castilla y León y, en particular, en las zonas más productoras de la provincia de Burgos, donde se concentra buena parte de la producción del norte de la Comunidad, la llegada de 2021 no ha venido acompañada de la necesaria dosis de tranquilidad para los agricultores que tienen en este cultivo su medio de vida.
Muchas de las causas que arruinaron económicamente la campaña de 2020 persisten en 2021, ya que la situación epidemiológica que deriva de la epidemia de coronavirus mantiene cerrada a buena parte de la hostelería en Castilla y León y en otros puntos de España y condiciona o impide la salida del producto al resto de compradores que componen el canal Horeca (Hoteles, restaurantes y catering), de forma que muchos agricultores y cooperativas se ven con dudas sobre cuánta superficie sembrar para este año y qué salida tendrá la cosecha en el mercado.
El año 2020 la caída de las ventas al canal Horeca, que es el principal destino de gran parte de la patata burgalesa, se compensó en parte por la venta a particulares y la comercialización de patata de siembra pero los productores no están dispuestos a que, otro año más, tengan que acabar tirando el producto o regalándolo a los bancos de alimentos porque no ha tenido comprador o el precio ni siquiera cubra el coste de producción.
Este penoso final pudo evitarlo José Daniel Bravo, agricultor de Villaescobedo y socio de la cooperativa Santa Isabel, suministradora con 60 años de trayectoria a sus espaldas desde las comarcas de Valdelucio y Tozo en la provincia de Burgos y desde La Valdivia en tierras palentinas, pero otros productores, como ocurrió de la zona de Tordómar, explica, llegaron, incluso, a tener que tirar miles de kilos de patata. Y eso solamente en la provincia burgalesa . En el resto de Castilla y León la situación fue similar para aquellos agricultores con sus explotaciones en las zonas más tardías .
En España no se notó tanto el efecto del confinamiento y las restricciones derivadas de la epidemia del Covid en las zonas tempranas como Cartagena y Valencia. En el caso de Burgos, la patata de consumo se recoge entre los meses de septiembre y octubre, con lo que la campaña de 2020 llegó cuando el dañoya estaba hecho en lo que se refiere a la venta para el sector Horeca.
Jose Daniel Bravo explica que «a algunos nos pilló que ya habíamos sacado el producto, pero es un mercado que oscila mucho y que hace que no se sepa muy bien» hacia donde se moverá finalmente.
Las previsiones para el presente 2021 no son mejores que la realidad de los hechos a finales del año pasado. Los agricultores, en función de la zona en la que se ubique su explotación, que hayan plantado en otoño están viendo que la movilidad geográfica sigue bloqueada por razones sanitarias y no hay turismo ni tampoco la hostelería puede atender ni a los viajeros ni a los clientes locales por las restricciones. De esta forma, el futuro de la cosecha en el mercado es incierto . Aquellos otros productores que siembras después de las heladas invernales se están pensando si hacerlo o si agotar su capacidad de producción o sembrar solamente parte de los terrenos y en ciertas zonas ya se ha visto que han apostado por variedades más polivalentes y no tanto las más demandadas por la hostelería.
El temor entre los profesionales es doble. Por un lado les retrae el hecho de que el bloqueo del canal Horeca vuelva a afectar a la comercialización de las patatas cosechadas de marzo a junio, mientras que, por otra parte, es muy posible que vuelvan a repetirse los bajos precios de compra por tonelada en un mercado saturado como ocurrió el año pasado cuando el kilo de este producto se estuvo pagando en origen de 15 a 25 céntimos en Burgos y en una horquilla similar en el resto de Castilla y León.
Parece inevitable que aquellos que siembren reduzcan la producción para evitar que acabe en los almacenes, pero ese recurso a la prudencia de los productores supondrá no contratar mano de obra suplementaria para todas esas labores, con lo que los temporeros serán indirectamente afectados por los efectos económicos de esta tercera ola del coronavirus.