CAMPAÑA
Cuenta atrás de otra campaña sin Interprofesional
PATATA. La cosecha encara la recta final con malestar ante una organización que no llega
Hace cuatro años se prendió la llama de la hoguera del sector patatero, en torno a la que se reunieron productores, transformadores y comercializadores. Continúa candente pero pierde progresivamente intensidad. Unos reclaman al Gobierno autonómico que muevan ficha; otros lamentan la dificultad que plantea ya avivar este fuego. Aunque todos coinciden en la necesidad de organizarse, de una vez por todas.
Al tubérculo más tardío le queda, a lo sumo, un mes en el campo. La campaña encara la recta final y, una vez más, lo hace sin la Organización Interprofesional de la Patata de Castilla y León (Oipacyl). La región obtuvo el reconocimiento de la que sería la primera constituida en el país en 2016. Desde octubre de aquel año existe jurídicamente, pero su puesta en marcha continúa en stand by a falta de 51% de adhesiones de agricultores a la misma.
Con todos los apoyos recabados, según garantiza desde hace meses, la Asociación de Productores de Patatas de Castilla y León, Appacyl, aguardaba la configuración de la Consejería de Agricultura, Ganadería y Desarrollo Rural para recibir el visto bueno. «La Interprofesional esperaba al nuevo consejero para ponerse en marcha, pero el sector de la patata no tiene constancia de que lo haya», lamenta su presidente. Eduardo Arroyo reprocha que el titular de este departamento «no se haya puesto en contacto» con Appacyl. «Hemos dicho por activa y por pasiva que estábamos pendientes del nuevo Gobierno. Creo que ya ha tenido tiempo para aterrizar y es quién para decir algo sobre este organismo», considera confiando en la llegada de una reunión porque «es tan importante para las organizaciones agrarias y productores como para la Consejería que esto salga adelante».
Validez
Las informaciones que manejan las Organizaciones profesionales agrarias (Opas) de la Comunidad difieren de estas. «Para empezar, la última reunión se hizo oficiada por la anterior consejera», contextualiza Joaquín Antonio Pino, que representa a Asaja en el impulso a la creación de la Interprofesional.
Este agricultor tiene entendido que las adhesiones recopiladas «no llegan a ese 51% de la superficie». En caso de que así sea, pone en duda la «validez» de las firmas. «Esos reconocimientos pueden no corresponderse con la fotografía actual», considera antes de asegurar que este instrumento «no tiene futuro, por lo menos a corto plazo».
Asaja Castilla y León mira a otros sectores como el del aceite de oliva o el porcino, donde las interprofesionales desempeñan una «importante labor». En el caso de la patata, augura un «recorrido significativo hasta favorecer la transparencia en la cadena de valor y un reparto justo en cada uno de sus eslabones». Marca éste como el camino a seguir para «abrir nuevos mercados» al tubérculo y fijar «un precio estable para el productor».
La valoración de la Unión de Pequeños Agricultores (UPA) es clara y concisa: «independientemente del punto en el que esté, llega tarde». Ventura González, patatero de Madrigal de las Torres con 17 hectáreas, tilda de «elemento fundamental» esta herramienta que «ya debería estar en funcionamiento». Explica que una interprofesional «promociona el cultivo, y controla sus siembras y arranques» para que, años como este, los buenos precios iniciales se mantengan. «Por muchas de las partes se ha hecho lo imposible para sacarla adelante, pero parece que pesan más las pequeñas trabas que la intención del sector de defender un cultivo medianamente rentable», sentencia para abogar por dirigirse a un «mercado de contrato», como el de la remolacha, «en el que los productores saben lo que van a cobrar y las ganancias varían con la producción».
La Unión de Campesinos de Castilla y León (UCCL) «siempre ha apoyado» la creación de esta pieza clave «para organizar el sector y conseguir información suficiente que dificulte la especulación y el abuso de quienes buscan, a base de bulos y rumores, hundir los precios». Guillermo Ruiz cuestiona la consecución de todas las adhesiones dado el «recelo» que muestran los agricultores ante lo que ya perciben como «un chanchullo con intereses políticos». Este profesional, con nueve hectáreas en Castroverde de Cerratos, insta a ser «serios» y poner las cartas sobre la mesa, sin hacer interprofesionales «a medida como sastres». Remarca que la UCCL «no va a permitir en ningún momento que la Oipacyl sirva para el enriquecimiento de cuatro».
Ruiz asegura que tanto «alargar los plazos» se ha llegado a una «situación grotesca» en la que «está forzando la máquina» para que salga. «Suena ya a chiste», reprocha.
El malestar vaga por el sector en el contexto de una campaña con la cuenta atrás puesta en marcha. Su balance la coloca dentro de la normalidad en cuanto a producción y precios, al no haber tenido sobresaltos ni en la siembra ni en la recolección.
Precios
Aunque septiembre llegó con afán «estabilizador», los precios han montado en una montaña rusa en un viaje que empezó desde la cúspide y que, «tal vez por un arranque masivo motivado precisamente por unos precios muy altos, descendió unos 25 céntimos en tres semanas», apunta González.
El presidente de Appacyl añade otra diferencia, no en el tiempo sino en las variedades, de «hasta 15 y 20 céntimos» entre las de piel blanca y las que tienen funda roja, saliendo éstas peor paradas. «El año pasado hubo una temporada de rojas muy buena y en este se sembró más de lo que se debería», explica para justificar que siguen «un poco obstruidas» después de «hacer tapón durante toda la campaña».
Pino dibuja un escenario en el que «la producción es deficitaria con respecto al consumo» para abogar por una regulación de los precios. «Tienen potencial no solo para la estabilidad sino también para el crecimiento, pero para eso hay que trabajar en un proyecto común», propone para poner freno a la «pérdida de superficie y agricultores» que experimenta progresivamente el país.
En cuanto a la producción, Arroyo augura unos rendimientos «bastante buenos» que superarían en un «20% a los de la temporada pasada, que fue un desastre». Este porcentaje se traduce en unas «45 toneladas por hectárea», apunta.
El calor y la sequía han dejado «una campaña sana y de calidad» para la patata regional. «Es un cultivo de regadío y, como tal, agradece los veranos secos en materia de sanidad», concluye Ruiz.