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ALTERNATIVAS

Unión para blindar el futuro

ITAGRA. Coloca el «obstáculo» de las ventas en la demanda de «partidas grandes» de la industria

Una cosechadora recogiendo la quinoa de la parcela del centro tecnológico. (ITAGRA)

Publicado por
E. ORTIZ
Valladolid

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Es cuestión de lógica. Los productos con quinoa abarrotan los lineales de tiendas y supermercados. Lo hacen en respuesta a la creciente demanda de un consumidor cada vez más concienciado con llevar una vida saludable. El efecto dominó llega a los agricultores que, sin cesar en la exhaustiva persecución de la rentabilidad, sienten curiosidad por los entresijos de este pseudocereal. Para avivar este interés entró en juego hace tres años el Centro Tecnológico Agrario y Alimentario Itagra con una premisa: «si nuestros profesionales pueden dominar este cultivo, ¿por qué traerlo de fuera?».

En su «afán por demostrar experiencias y acercar información técnica o científica» a quienes van a explotarla en el terreno, Itagra se decantó por investigar a la quinoa. Como buen detective, pronto descubrió su gran «obstáculo»: la comercialización. Para saltarlo, su jefe de proyectos aboga por la unión con la certeza de que si por regla general hace la fuerza, en este caso juntará kilos y blindará su venta. «La industria agroalimentaria demanda partidas grandes y para eso serían necesarios centenares de hectáreas», razona Manuel Calvo antes de hacer un llamamiento al cooperativismo, ya existente o de nueva creación, que por otro lado se encuentre con el compromiso de las empresas sellado en contratos. «Ya ha quedado claro que no es una moda, sino una buena oportunidad con un valor añadido alto», asevera para abogar por la fusión de agricultores en pro de sumar hectáreas y producciones.

Experimentos

Para su primer experimento, hace tres años, Itagra cargó las probetas con «distintas variedades» de quinoa para superficies de reducidas dimensiones, a escala de laboratorio, en las que todos los pasos –desde la siembra hasta la cosecha, pasando por las limpiezas– «se hicieron a mano», recuerda su responsable para concretar que en la segunda campaña optaron por «incrementar la superficie».

En el caso de la más reciente, de la que ya han recogido tanto producto como conclusiones, la apuesta ha recaído «al cien por cien en un manejo como el que podría hacer cualquier agricultor». Tras comprobar que el cultivo «se adapta» con variedades «más susceptibles a los suelos y al clima de la región» solo faltaba, explica Calvo, «valorar el tema de la maquinaria» y descubrir que el profesional puede lanzarse al campo con «los medios de los que ya dispone».

Un factor importante para facilitar la labor es acometer «una limpieza de malas hierbas previa, durante el cultivo anterior, en la parcela que se elija para que esté libre de cenizo». A pesar de este consejo, el técnico de la Unidad de Agronomía de este centro reconoce que «siempre queda algún rastrojo» pero nada que no solucione «un buen regulado en la cosechadora».

En la plantación de dos hectáreas, a la que se dedicó en torno a un kilo de semilla por cada una, ha predominado «en un 95%» la variedad Titicaca, complementada por la Puno y la Vikinga. Todas ellas llegaron certificadas desde Dinamarca.

La primera se adapta mejor «en cuanto a los ciclos». Entre los parámetros que Itagra valora está la difusividad térmica y esta variedad es –dentro de las hasta ahora estudiadas por el centro– «la que mejor se ajusta», concreta su jefe de proyectos para matizar que es un cultivo «muy sensible» a las heladas. Por ello es recomendable dilatar el momento de siembra hasta mayo. La experimentación en esta campaña también jugó con esta fecha. «Plantamos tanto a principios de este mes como a mediados y vimos que no había diferencia alguna en cuanto a rendimientos porque el ciclo al final se iguala», subraya para cercar la cosecha a finales de septiembre.

El ensayo se ha llevado a cabo en regadío, con un aporte de riego próximo a los 400 litros por metro cuadrado, en la misma línea que el maíz. En torno a 3.200 kilos por hectárea han conformado el resultado del mismo.

Tres años de experiencias permiten a Calvo afirmar que la quinoa es un cultivo rentable porque requiere «mucha menos inversión que un maíz, con un abonado que es una cuarta parte». El gasto principal de este pseudocereal está en la semilla, que oscila «en torno a los 25 y los 40 euros el kilo de siembra». Lo que «no resulta «un gran desembolso» al sembrar un kilo por hectárea. Aunque hay diferencias en las producciones, señala a la ventaja de «una cosecha limpia que devuelve un precio de venta muy bueno de unos 600 euros por tonelada».

Apuesta decidida

En los planes de futuro de Itagra está reservado un hueco, con su respectiva parcela, para la quinoa. Desde su sede en el campus palentino de la Universidad de Valladolid, está en permanente contacto con distintos centros de investigación, instituciones académicas y empresas, para comparar datos e impresiones. «Nos interesa seguir con este cultivo porque hay que presionar hasta que la industria haga una apuesta decidida por él», justifica para añadir otro motivo de gran relevancia: «los agricultores continúan demandando información sobre esta alternativa» de la que aún restan muchos parámetros por abordar, como puede ser el abonado o las plagas.

El jefe de proyectos de Itagra concreta que a lo largo de esta campaña han analizado en el laboratorio, en el literal, distintos componentes como «el contenido en proteína de cada parte de la planta». Estos análisis certifican que es «un alimento interesante tanto para consumo humano como animal». Otro punto es, matiza, que se incluya en las dietas del ganado. De la misma manera, con estos estudios en profundidad, Itagra ha comprobado cómo «la quinoa tiene un contenido de nitrógeno muy alto incluso estando sucia».

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Con una mirada global que va más allá del terreno en el que ensayan y de la provincia palentina, Calvo se atreve a confirmar que este pseudocereal es «un cultivo con futuro para Castilla y León». Para asegurarlo, visto que sus agricultores tienen interés y predisposición, coloca la pelota en el tejado de la industria agroalimentaria con la esperanza de que se anime a hacer una «fuerte apuesta» por una alternativa que, además de contar ya con un público afianzado y en auge, es «rentable» para los profesionales del campo a quienes «no obliga a cambiar su maquinaria ni sus costumbres de manejo» dado que no reviste ninguna complejidad.