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CULTURA

Una década de la historia de la harina

El Museo de la Industria Harinera de Castilla y León, situado en el municipio leonés de Gordoncillo cumple diez años desde su apertura al público con una media de 7.000 visitantes anuales

Imagen del interior del Museo de la Industria Harinera de Castilla y LeónICAL

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Diario de Castilla y León | El Mundo
Valladolid

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“Un conjunto cultural que enlaza el pasado fabril del municipio con las personas que hoy viven en Gordoncillo y que atraviesa la historia buscando y dando valor a todo lo que ocurre desde que estaba la fábrica hasta hoy, mientras que pone la mirada a lo que pueda ocurrir”. Con estas palabras define el Museo de la Industria Harinera de Castilla y León, situado en la localidad leonesa de Gordoncillo, su directora, María Ordás Tascón.

El alcalde del municipio, Urbano Seco Vallinas, da un paso más y se refiere a él como “una insignia de lo que debería hacer todo el territorio en aquellos lugares en los que se cuente con complejos del estilo”, al considerar que “la única forma de recuperar las fábricas de harina es ponerlas en valor”, en un momento en el que “han desaparecido ya el 90 por ciento de las existentes en Tierra de Campos”.

Urbano Seco, alcalde de Gordoncillo y María Ordás, directora del museoICAL

El Museo, conocido como Mihacale, abrió sus puertas al público hace diez años -concretamente los cumplirá el próximo viernes, 9 de agosto- tras un periplo que se inició en el año 2000, cuando el Ayuntamiento de Gordoncillo, ya con Urbano al frente, se planteó comprar a la familia García Luengos el complejo privado de la fábrica de harina que posteriormente ejerció como espacio para reserva de trigo por parte del Servicio Nacional de Trigo, informa Ical.

“Llevaba 35 años cerrado y tenía unas condiciones que nos hacían pensar que si no lo comprábamos iba a desaparecer completamente”, explica. No obstante, cuando por fin se decidieron a hacerlo, una inmobiliaria de Madrid hizo una propuesta de adquisición por 50 millones de pesetas, algo “imposible para el Ayuntamiento”. Sin embargo, año y medio después, esta inmobiliaria “abandonó la idea”, tras lo que el Consistorio “entró fuertemente” con la convicción de que “el complejo no se podría dejar perder”.

Cuatro años y medio fue lo que duró la negociación con la familiar García Luengos hasta que el 25 de mayo del 2005 el Ayuntamiento de Gordoncillo logró firmar la escritura de adquisición por 85.000 euros, aunque todavía estaba por empezar un segundo periplo. Así, con la memoria valorada para conseguir fondos europeos que permitieran su restauración y conversión en centro cultural, valorado en 1,6 millones, recibieron una contestación positiva del Instituto de Patrimonio Histórico Español.

No obstante, al no lograr el visto bueno por parte de la Dirección Patrimonio de la Junta de Castilla y León -requisito indispensable- y a pesar de que el proyecto estuvo incluido en los Presupuestos Generales del Estado desde 2008 hasta 2010, “los 1,6 millones concedidos al Mihacale se fueron para un castillo de Mallorca”. “Entonces nos tuvimos que enjuagar las lágrimas y volver a abrazarnos a los programas europeos, que tan solo concedían 500.000 euros”, relata el alcalde, al tiempo que señaló que, gracias a las aportaciones del propio Ayuntamiento y de la Diputación de León, finalmente se llegó a una inversión de 1,2 millones de euros.

Con esos 1,2 millones de euros se logró llevar a cabo un proyecto dirigido por el arquitecto Carlos Clemente San Román, que en aquel momento era el vicerrector de la Universidad de Alcalá de Henares, que contó con la colaboración de un etnógrafo y el contacto con varias fábricas de harina en Zamora. Todo ello permitió convertir el edificio que conformaba el almacén en una parte expositiva de arte y un auditorio, mientras que el resto del complejo se transformó en el propio Museo sobre la industria harinera.

Concretamente, el Mihacale cuenta con 3.100 metros cuadrados de perímetro y cuatro edificios, como son la casa del molinero, la fábrica de harinas, el almacén de trigo y los anejos, donde había un pequeño molino para molturar cebada y harina para los animales.

Complejo cultural

El Mihacale se inauguró el 9 de agosto de 2014 con una exposición colectiva compuesta por 37 artistas diferentes de todo territorio nacional, aunque muchos de ellos procedían de León y de Castilla y León. También hubo una actuación de Pepe Viyuela, a la que acudieron unas 800 personas.

Tras esa primera exposición, el edificio principal del Museo ha albergado siempre diferentes exposiciones temporales, para lo que en estos momentos, el Ayuntamiento cuenta con un convenio con el Instituto Leonés de Cultura.

Desde esa primera vez que se abrieron al público las puertas del Mihacale han pasado ya diez años, en los que se han registrado una media de entre 5.000 y 7.000 visitas anuales, con un perfil “cambiante a partir de la pandemia”. Así, tal y como explica la directora del Museo, “en los primeros años había una afluencia muy importante de grupos escolares”, mientras que a partir de la llegada del COVID-19 “se ha registrado un repunte de las visitas particulares”, que “pueden quedarse en algo puntual”.

Sin embargo, para que esto no sea así, el Mihacale, como “complejo cultural”, ofrece “un abanico muy grande de actividades que generan movimiento y crean un imaginario en todo el territorio”, de forma que “las personas de los municipios colindantes asisten a la diferente tipologías de actividades programadas” y que se complementan con las que propone el Ayuntamiento.

De este modo, cada visitante puede vivir una experiencia diferente, ya que “puede acudir a visitar exclusivamente la fábrica de harinas o, si tiene interés por el arte, acercarse a la sala de exposiciones o participar en talleres artístico-creativos relacionados con el patrimonio del pueblo”.

Un lugar favorito

La directora del Mihacale tiene claro que su lugar favorito del Museo es el taller, al tratarse del lugar “en el que se sigue creando”, lo que convierte al complejo en “un museo fabril que está en constante creación”. En el taller se llevan a cabo actividades, cursos formación y juegos con los niños, lo que “da vida al Museo y no lo deja al margen de la importantísima parte educativa”.

Para Urbano Seco, alcalde de Gordoncillo, es el “buque”, tal y como se refiere al edificio principal y sala de exposiciones del complejo. Relata que lo llama así porque en 2016 acudió a visitarlo un grupo de arquitectos de Milán, que consideraron que se trataba de “un barco al revés”. “Ciertamente tiene la forma de un barco dado la vuelta y eso no me lo se he quitado de la mente”, comenta.

Futuro

Convencidos de que la celebración del décimo aniversario de la inauguración del Mihacale “no puede quedarse en un día señalado”, Urbano y María detallan que “toda la programación cultural de este año tienen que ver con la efeméride”.

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También ponen la vista en el futuro, para el que desean “conservar la riqueza local e integrarla”, así como “llegar a poder hacer poco a poco algún proyecto con otras estructuras que haya en el municipio” con el objetivo de que “cuando se vaya la actual generación, nada quede el olvido”.