Uma Casa Portuguesa (Burgos)
Dulces embajadoras de su tierra
La repostería lusa tiene su exitoso hueco en Burgos de la mano de las hermanas Dos Santos y su madre, Isabel Barrondas. Hasta a ellas les ha sorprendido el tirón de sus productos, que combinan tradición e innovación
Ni en sus mejores pronósticos esbozó Cintia el escenario que hoy, poco más de cuatro meses después de lanzarse, protagoniza su negocio. Sabía, eso sí, del tirón de los dulces de su tierra de origen, de la que volvía cada visita hasta arriba de encargos. Y conocía también la buena mano con la repostería de su madre, Isabel. Pero el éxito inmediato de su propuesta ha superado con creces todas sus expectativas.
Un vistazo a la barra de la cafetería que regenta junto con su progenitora y su hermana Catia basta para intuir las razones. La sola presencia de los pasteles de nata, las bolas de Berlim, los croissants, eclairs o brioches alimenta. Alegran la vista, de entrada, sus hechuras esponjosas. Y, al parecer, no defrauda la experiencia completa. Da fe de ello la legión de devotos que apenas recién nacida ya acumula Uma Casa Portuguesa, la cafetería, pastelería y panadería de las Dos Santos Barrondas.
Supo encontrar Cintia un hueco sin cubrir en el mercado local. «Yo tenía experiencia en el sector de la hostelería y quería montar un negocio. Mi hermana y yo nacimos en Portugal, aunque llevamos en Burgos 24 años, y a mi madre siempre le ha encantado la repostería, así que todo encajaba, porque además en la ciudad esta oferta en concreto no existía», relata con una sonrisa. Y acertó.
Los tradicionales azulejos lusos respaldan la barra del establecimiento que bulle a la hora del almuerzo. A cada café le acompaña el dulce de rigor. A ese trasiego cotidiano suman los encargos, que se multiplican por obra y gracia de las redes sociales. También ahí Cintia ha sabido tocar la tecla adecuada. Muestra cada día sus creaciones en Instagram para deleite de los más de 1.800 seguidores que ya atesoran. «Funciona como reclamo entre la gente joven. En cuanto publicamos una tarta, por ejemplo, ya tenemos mensajes para reservar o aparece alguien que la ha visto y quiere probarla», explica, para detallar que en el caso de la clientela más mayor funciona todavía el boca a boca.
De sostener el interés, no obstante, se encarga la calidad de un producto que más allá del nombre del establecimiento es cien por cien portugués. Toda la materia prima con la que trabajan viene del país vecino. «Nos lo planteamos así desde el principio, queríamos utilizar los mismos ingredientes que se usan allí para lograr idéntico resultado», indica. Importan además bebidas típicas y, poco a poco, incorporan otros elementos también tradicionales allí, como las sardinhas que tanto gustan de aperitivo.
Pieza a pieza este rincón de la burgalesa calle Salamanca -con zona infantil y pet friendly, para más señas- se ha convertido en un pedacito de tierra lusa que sus impulsoras comandan con orgullo, empeñadas además aunar esta tradición de la que hacen bandera con la innovación que exige explorar nuevos sabores.
Y es que todas esas joyas de la corona ya mencionadas se presentan tanto en su versión más clásica como en variantes libres que han cosechado también una gran acogida. Así, además de con los pasteles de nata, conocidos mundialmente como pasteis de Belém, Uma Casa Portuguesa tienta al público con sus versiones de chocolate, frutos rojos, café o mango. Lo mismo ocurre con su bola bolinha de Berlim, que rellenan de chocolate, manzana o frutos rojos. Son estos dos dulces, en cualquiera de los formatos, los buques insignia del joven negocio junto a la tarta de queso que, en la misma línea de reinvención de la repostería lusa, han dado una vuelta al incorporar sabores como maracuyá, galleta lotus, pistacho, oreo...
La respuesta obtenida les ha permitido constatar el interés que despierta la gastronomía de su país, que creían mucho más desconocida, y, de paso, han comprobado «la cantidad de gente de Portugal que hay en Burgos». «Vienen clientes de Aranda, Miranda o Briviesca, incluso hace poco una familia que reside en Valencia y estaba por aquí de vacaciones nos localizó y se llevó cajas y cajas de dulces», comenta Cintia, aún con asombro y una pizca de emoción, la inevitable cuando asumes que, sin esperarlo, las ganas de emprender te elevan a embajadora de tu tierra.